Alcalde Jorgeja
Qué España nos está dejando este Gobierno para que veamos factible que Jorge Javier Vázquez se postule a gobernar el primer Ayuntamiento de España
El problema de la bromita de Alsina sobre la candidatura de Jorge Javier a la Alcaldía de Madrid no es solo que no sepamos distinguir entre chascarrillos y noticias; ni que las redes sociales se cocieran durante todo el día en ese puchero podrido; ni siquiera que la difusión de ese material averiado fuera la mejor constatación de que las desinformaciones no solo no tienen las patas cortas como las mentiras (sus primas hermanas), sino que las tienen como las avestruces, largas y veloces. Lo peor del comentario del locutor de Onda Cero es que su ironía podría haber sido perfectamente veraz, y que millones de españoles se hubieran cuestionado antes la buena nueva de que Pedro Sánchez iba a dejar de beneficiar a etarras e independentistas catalanes que el ascenso del presentador de Sálvame al Olimpo de los fracasados socialistas madrileños, tan concurrido que no cabe ni un alfiler.
Esa es la cuestión: qué España nos está dejando este Gobierno para que veamos como algo factible que el presentador de Badalona tenga alguna baza para que el presidente le postule a gobernar el primer Ayuntamiento de España, con tres millones largos de habitantes y 5.481 millones de euros de presupuesto, Villa y Corte de la nación. Es verdad que sus opciones de sentarse en el despacho de Almeida tras las elecciones de mayo eran las mismas que tendría yo de ser la próxima decana de la Facultad de Matemáticas, pero nunca hay que subestimar la pulsión suicida del electorado. Aunque los gatos de Madrid han demostrado que no se venden por esas liebres de la izquierda: Trinidad Jiménez, Miguel Sebastián, Pepu Hernández, en la capital; y en la Comunidad, Cristina Almeida, Tomás Gómez, Rafael Simancas, Luis García Montero, Pablo Iglesias... Un purgatorio repleto de cadáveres políticos que aguardan a los próximos elegidos por Sánchez.
Jorge Javier, nada tonto, es el primero que se ha burlado del sucedáneo de noticia, pero sabe bien que mimbres tenía para ser nominado. Al ritmo de la pérdida de audiencia y del declinante modelo televisivo que representa, el presentador de Telecinco ha ido perdiendo la frescura y sagacidad que le caracterizaron en un innovador programa de telerrealidad, para entregarse al ecosistema sanchista, quizá alentado por aquella llamada en directo del presidente de Gobierno, cuyos gurús dieron por bueno pagar ese precio mediático a cambio de votos agradecidos de un nicho de población al que habitualmente se desdeña por ver formatos de telebasura. Pero Jorgeja sabe bien, aunque la vanidad le ciegue, que Sánchez y la izquierda caviar le desprecian, como a su programa. Tanto como Carlos Francino y Angels Barceló, que se negaron a entregarle el Ondas, porque sus prejuicios de izquierda intelectual les impedía pisar el mismo suelo que el dueño del cortijo de Sálvame. Le llaman, le atienden, se hacen fotos con él (Ángel Gabilondo, Mónica García) pero le detestan.
Desde esa llamada de Superpedro, Vázquez se ha mimetizado con el sectarismo socialista. Insulta a los espectadores de Telecinco que votan al PP y a Vox; se ha autodefinido como «rojo y maricón» (de lo segundo, nada que decir; respecto a lo primero, que se lo cuente a los currelas de Parla desde su mansión de La Florida); se ha hecho militante del animalismo, arcadia donde viven mejor sus galgos que las coristas a las que echa del plató. Así, ha expulsado del paraíso que él administra a muchos de sus televidentes, que retenían el canal en el mando como mero entretenimiento, sin reparar en las inclinaciones sexuales y las neuras políticas del presentador. Y para culminar el descarrilamiento de nuestro nonato alcalde, se ha hecho feminista de salón, del brazo de la ministra Montero, que entró en su Deluxe con la intención de sentenciar, como si fuera juez, que Rociíto era una maltratada, mientras calla ante el asesinato, a manos de su madre, de la niña de Gijón, o ante las menores violadas en centros públicos de Baleares.
Nos ha privado Sánchez, no dando veracidad a la noticia, de muchos días de gloria. Me relamo al pensar en esos debates electorales con Almeida y Vázquez discutiendo sobre la limpieza en las calles de Chueca, el IBI de la peluquería donde aplican las mechas a Lydia Lozano y el alumbrado público delante del domicilio de Kiko Matamoros. Sin olvidar lo mejor: Belén Esteban de número dos del candidato socialista, arremetiendo en los plenos del Consistorio contra el facha de Jesulín. Pura fantasía.