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HorizonteRamón Pérez-Maura

Malversación y narcotráfico: la misma arma

Dado cómo funciona el Comité Noruego del Nobel, tampoco sería de extrañar que acabe ganando ese premio el diputado Rufián, que tan brillante proposición ha hecho para el restablecimiento de la paz y la concordia en Cataluña

Actualizada 01:29

Dentro de la desfachatez con la que estamos viviendo cómo se desmonta nuestra democracia constitucional, esta semana nos hemos encontrado con una pretensión verdaderamente inverosímil por parte del diputado Gabriel Rufián: habría que rebajar las penas por malversación exclusivamente a quienes hayan malversado con el fin de buscar la independencia de Cataluña. Es decir, sólo a los condenados por el golpe de octubre de 2017 y algunos otros entusiastas de primera hora como Artur Mas, que todavía debe estar pagando por sus propias violaciones de la ley. O sea, reformar el código penal con nombres y apellidos de los beneficiados por el cambio.

Esto me ha recordado a algo parecido que sucedió hace unos años en mi segunda patria, Colombia. Recordarán que allí hubo un llamado «acuerdo de paz». Las dos partes que lo alcanzaron fueron, de un lado la narcoguerrilla de las FARC, representadas en la mesa de negociaciones de La Habana por el hoy secretario general del Partido Comunista de España y exsecretario de Estado para la Agenda 2030 de este Gobierno, Enrique Santiago. Y enfrente estuvo el Gobierno colombiano del presidente Juan Manuel Santos.

Hoy no toca volver a repasar la humillante rendición que Santos hizo de la dignidad colombiana para contentar a la narcoguerrilla. Eso ya no tiene remedio y puede ser muy aburrido. Por algo la mayoría de los colombianos, en el plebiscito sobre el acuerdo, votamos en contra. Como es bien sabido, Santos se pasó la voluntad de los colombianos por donde se pueden imaginar. Pero lo que quiero resaltar hoy es que en ese acuerdo de paz se decidió que el delito de narcotráfico, si había sido perpetrado por los miembros de la guerrilla, no era perseguible porque se consideraba que tenía un fin político. Es decir, que vender drogas con las que mueren personas a nuestro alrededor no era malo si contribuía a la derrota de la democracia colombiana. Se consideraba más grave traficar con drogas y comprarte un yate o un Ferrari que matar compatriotas a tiros y con bombas. Con un par. Y a Santos le dieron el Nobel de la Paz por esto.

Con estos antecedentes y dado cómo funciona el Comité Noruego del Nobel, tampoco sería de extrañar que acabe ganando ese premio el diputado Rufián, que tan brillante proposición ha hecho para el restablecimiento de la paz y la concordia en Cataluña. Y como Pedro Sánchez está convencido de que ese sosiego es fruto de sus políticas, debería aprovechar y ser él mismo quien presente la candidatura de Rufián al galardón. Apuesto a que no lo hará, no porque no lo merezca el independentista catalán, sino porque cree Sánchez que quien lo merece es él mismo.

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