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HorizonteRamón Pérez-Maura

Asesinos no impunes

Ya se sabe que, para algunos, los rusos, como los de Bilbao, surgieron donde les dio la gana. Pero ni el hecho de que Rusia pudiera tener un derecho sobre toda o parte de Ucrania le daba también derecho a derribar sobre ese país un avión malayo

Actualizada 01:30

Ayer ocurrió algo muy importante. En los Países Bajos se condenó a cadena perpetua a dos rusos y un ucraniano por el derribo el 17 de julio de 2014 del vuelo MH17 de Malaysia Airlines que se dirigía desde Ámsterdam a Kuala Lumpur. Un misil disparado desde la región del Donbass, territorio ucraniano controlado ya entonces por Rusia, alcanzó un avión comercial repleto de holandeses y algunas otras nacionalidades, que se estrelló a consecuencia del disparo. Murieron sus 298 ocupantes. Pasajeros y tripulación.

Todos sabemos cómo ha evolucionado la ocupación de ese territorio ucraniano en estos ocho años. A dónde ha llegado Rusia porque no se le ha plantado cara a tiempo. Afortunadamente la sociedad civil ha jugado un papel destacadísimo en la condena a los esbirros del Kremlin. Una agencia de inteligencia privada a la que ya me he referido anteriormente en estas páginas, que responde a la razón social de Bellingcat y cuyo jefe de investigación es mi buen amigo el búlgaro Christo Grozev, ha ayudado decisivamente a presentar pruebas ante el tribunal de Ámsterdam donde se ha juzgado este inmenso acto terrorista perpetrado por Rusia. Las pruebas decisivas para la condena empezaron a llegar por iniciativa privada. En declaraciones a El Debate, Grozev decía tras conocer las sentencias que «estamos absolutamente encantados de que las familias y sus familiares hayan obtenido algo de justicia. El caso del MH17 fue la investigación inaugural de Bellingcat y mis colegas están profundamente involucrados emocionalmente en la tragedia. Nos complace especialmente que las averiguaciones del tribunal ratifiquen plenamente las que hicimos entre 2014 y 2015, que esperamos que ofrecieran una primera visión de la verdad a las familias.»

Es verdad que ninguno de los tres acusados que han sido condenados compareció ante el tribunal, pero no lo es menos que hubo un cuarto acusado, Oleg Pulátov, que compareció por medio de su representación legal y fue absuelto. Lo que sin duda dificulta que Rusia pueda descalificar la validez del juicio que demuestra cómo se actuaba en un territorio ocupado por Moscú y sus aliados. El tribunal establece sin lugar a dudas que el tipo de misil que derribó el avión no puede dispararse por error. Tuvo que ser una acción deliberada, aunque no es imposible que se disparara en la creencia de que no era un avión de civiles. Pero eso no cambia ni un ápice de la suerte de esos 298 pasajeros y tripulantes muertos.

Cuando sucedió esta tragedia que Bellingcat ha contribuido tan decisivamente a esclarecer, muchos ninguneaban la importancia de que Rusia tuviera bajo su control regiones del Este de Ucrania. Luego ya sabemos lo que ha ocurrido y hoy vivimos una guerra en toda regla en ese país. Sigue habiendo bastantes intelectuales y académicos que justifican la presencia de Rusia en regiones de un país que creen que nunca debió dejar de ser Rusia. Ya se sabe que, para algunos, los rusos, como los de Bilbao, surgieron donde les dio la gana. Pero ni el hecho de que Rusia pudiera tener un derecho sobre toda o parte de Ucrania le daba también derecho a derribar sobre ese país un avión malayo, lleno de holandeses volando de Ámsterdam a Kuala Lumpur. Se agradecería mucho a Juan Manuel de Prada y otros entusiastas sostenedores del tirano Vladímir Putin alguna justificación de los actos de las milicias a las que armó con misiles como el que derribó el MH17. Actos por los que han sido condenados por un tribunal de una democracia occidental con una justicia ejemplar y milimétricamente escrutada por medios de comunicación del mundo entero –aunque muy pocos de España. ¿Por qué será?

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