Contratiempo
De eso, tranquilamente, y sin que me chillen, me arañen y todas esas cosas, es de lo que deseaba hablar con Irene Montero y Juana Belarra. Pero están reunidas en Garibaldi
De momento, y después de leer que el Supremo británico ha fallado que las trans no son mujeres por motivos biológicos, he retirado mi petición de cambio de sexo y aguardo impaciente la reacción del Supremo español. Tenía la ilusión de convertirme en trans para ver si así, de esta manera tan simple, podría acceder a competir en los bolos montañeses desde la distancia establecida para las mujeres. Llevo cincuenta años veraneando y viviendo en La Montaña de Cantabria, y mi historial deportivo en los bolos es humillantemente catastrófico. Nunca he ganado. Mis brazos, a pesar de su nervio y puntería, me han impedido lanzar la bola desde más allá de los 13 metros. Y después de dos años de meditación profunda, decidí —sin sentirme mujer—, formar parte del elenco femenino para paliar mis complejos bolísticos. Tenía elegido hasta el nombre, la Diestra Tolana, que tolanos son todos los nacidos y establecidos en el municipio de Ruiloba. Como jugador masculino ya no tengo futuro, pero si en las competiciones femeninas se admiten a los trans, y éstos lanzan la bola a ocho y diez metros, aún albergo posibilidades de ganar algún concurso. Sucede que, de seguir el ejemplo de la Justicia británica, si el Comité Olímpico Internacional, prohíbe a las federaciones la participación de los trans provenientes del género masculino, no tendré la oportunidad de competir entre mujeres. Y prefiero seguir siendo el que soy.
Mi profesor de bolos, Adolfo Herrera, está de acuerdo con mi determinación. —Si no puedes ser tía, deja el deporte inmediatamente. Como jugador masculino, llevas haciendo el ridículo más de cincuenta años, y estoy harto de entrenar a un petardo como tú.
Antes de decidirme, he llamado a Irene Montero y Juana Belarra solicitando su ayuda. Están indignadas con los británicos, según me han comunicado mis fuentes de la Taberna Garibaldi. Pero no han respondido a mis llamadas, porque siempre están de viaje, o reunidas. Los que sí van a reaccionar son los miembros de COI, que han permitido que hombres con pelo en el pecho y pirulín pirulón, participen en unos Juegos Olímpicos como mujeres, y colgado de sus cuellos de estibadores de muelles, todas las medallas de oro habidas y por haber. Porque el trans convertido en mujer, no oculta que se siente mujer y ello le da derecho al fraude y la trampa. Yo, sinceramente, nunca me he sentido mujer, y mi intención de convertirme en trans tenía como finalidad ganar algún campeonato de bolos tirando la bola de encina hacia los bolos de abedul a menos de diez metros de distancia. Las feministas escocesas —esas son feministas y no nuestras payasas—, han conseguido desenmascarar a los tramposos, porque no se ha dado el caso de que una mujer cambie de género para competir contra los hombres. La Diestra Tolana, mucho me temo, ha pasado a la historia como un pésimo bolista masculino.
En el mundo trans hay bastante golfería en lo que a las actividades deportivas se refiere. Hace pocos días, una participante en una prueba de esgrima se negó a competir contra un tipo que se había sentido mujer con la fuerza de un hombre. Y la Federación Internacional de esgrima ha sancionado a la mujer que no quería competir contra el hombre, no al hombre que podía atravesar de un espadazo el cuerpo de la mujer.
Y la boxeadora argelina, que podría ser el sargento primero de la Guardia Presidencial, y se llevó todas las medallas de los últimos Juegos. De eso, tranquilamente, y sin que me chillen, me arañen y todas esas cosas, es de lo que deseaba hablar con Irene Montero y Juana Belarra.
Pero están reunidas en Garibaldi.