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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Esquí

Millones de personas esparcidas por nuestro conflictivo planeta esquían. Como para confiar en la raza humana. El deporte, tomado por diversión y afición —no me refiero al ámbito profesional—, hay que tomarlo como un entretenimiento, no como una obligación o moda inmersas en la tortura

Actualizada 01:30

Entiendo que es para presumir, pero puedo hacerlo de acuerdo con mi libertad. Aquí donde me ven, no me he fracturado ni un hueso en mi larga vida. Jamás he pisado una estación de esquí. No tengo, pues, ni vestuario pre-esquí, ni de esquí ni de aprés-esquí. Un equipaje modesto para pasar tres días en una estación cualquiera requiere, al menos, de tres maletas a reventar, baca en la parte superior del coche para transportar los esquíes y los bastones, y mucha ropa de apres-esquí, con la que se visten los esquiadores que han sobrevivido cada día. Como sabiamente apuntó Corey Ford: «¿Esquiar? ¿Por qué me voy a romper la pierna a 30 grados bajo cero si puedo caerme por las escaleras de casa?». Gustav Groningen, virtuoso de la flauta en la Orquesta Sinfónica de Tegucigalpa, fue más allá en su campaña contra el esquí: "El esquí consiste en subir y bajar. Se sube en un teleférico del que te puedes caer, y se baja con los esquíes con la seguridad de que te caes. Y al día siguiente lo mismo, si no ha habido accidente de por medio. Y el tercer día, igual. Y cuando retornan a sus hogares, lo más agradable que recuerdan de los tres días de esquí es que «tuvimos la suerte de coincidir con los Mendiluce», que tienen que ser simpatiquísimos.

Millones de personas esparcidas por nuestro conflictivo planeta esquían. Como para confiar en la raza humana. El deporte, tomado por diversión y afición —no me refiero al ámbito profesional—, hay que tomarlo como un entretenimiento, no como una obligación o moda inmersas en la tortura. Hay cazadores que no conciben la caza sin sufrimiento. «Para cazar hay que sufrir». Nada de eso. Para cazar hay que rodearse de las máximas comodidades y disparar bien. Carrileo en un 4x4, y avistada la pieza, descenso silencioso, un buen apoyo y cataplás. Y al llegar a la casa de la finca, aperitivo y comida de alto nivel culinario. Muchos propietarios insisten en dar de comer productos del campo y embutidos porcinos en las monterías, cuando en el campo lo que apetece —por su ausencia de difícil remedio—, es merluza rebozada. Como en la mar, lo que tiene más éxito es una lata de fabada, como una buena chimenea después de las dos horas que precisan los esquiadores para quitarse el aprés-esquí, darse un buen baño de agua caliente y beber un whisky mientras exclaman: ¡Esto sí que es vida!

La nieve produce confusiones. Uno de mis cuñados es un grandísimo enamorado del campo y la caza. Fue invitado por unos amigos a pasar unos días a La Pleta, en Baqueira-Beret. No se compró ropa para esquiar y lo hizo de verde, como los cazadores. Aprendió a bajar con rectitud, sin glorificarse con pretensiones de slalom. Y bajaba, muy rectito por una pista, cuando un niño que se hallaba a menor nivel se interpuso en su trayecto, mientras la madre regañaba al niño y pedía socorro. Mi cuñado, que es muy habilidoso, todo vestido de verde y con un sombrero con plumas de perdiz, tuvo la frialdad de tomar al niño entre sus brazos —ocupadas por los bastones—, y dejar suavemente al mocoso al lado de su madre. La Madre agradecidísima, al verlo de verde, le confundió con un guardia civil y se lo agradeció de esta guisa: —Muchas gracias, mi sargento—.

Y lleva la equivocación como uno de sus mayores orgullos.

Escribo esto porque unos amigos me han convidado a pasar, cuando se cumpla la Semana Santa, unos días en Baqueira. Son muy insistentes. Y yo reconozco que soy fácil de convencer. Y como llevo varias jornadas sin responder al teléfono, aprovecho —con el permiso de El Debate—, para escribir este artículo, y a ver si me dejan de dar la lata.

Queridos e insistentes amigos míos. No voy.

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