El capullo y el cebolla
A este paso no sólo será exigible la presencia del notario para certificar el consentimiento antes de la coyunda sino la exhibición del certificado de estudios y el título profesional. Capaces son
A finales de los setenta del pasado siglo –han pasado más años que tiene una bandada de loros– hice un reportaje radiofónico sobre el turismo de la Costa del Sol y, entre otros personajes, entrevisté al divertido y simpático Jaime de Mora y Aragón, hermano de la Reina Fabiola, un personaje de la llamada jet set marbellí con una vis cómica interesante que los directores de cine aprovecharon para interpretar al aristócrata pícaro, tieso como la mojama, dispuesto a pegar un sablazo al primer idiota que se prestara y también al noble de rancio abolengo que podía mirar con su monóculo por encima del hombro a los demás con cara de haber olido una mierda a cien metros de distancia.
A don Jaime le pregunté por los artífices del «boom» turístico de Marbella y sin pensárselo me respondió: «Mira, a Marbella no la han puesto en el mapa turístico de España ni Hohenlohe, ni Ira de Furstenberg, ni Gunilla, ni los Chorys, ni yo. Los que más hicieron por convertir a Marbella en el balneario de Europa fueron «el capullo y el cebolla». Solté una carcajada y le inquirí que me aclarara quiénes eran esos tipos: «Dos pescadores de Marbella que volvían locas a las suecas y cuya fama amatoria trascendió fronteras. Estos son los que pusieron a Marbella y a la Costa del Sol en el mapa internacional del turismo».
Lógicamente le dije a don Jaime, entre bromas y risas, que el Ministerio de Información y Turismo debería haberles otorgado la medalla al Mérito Turístico pensionada, y me respondió que «no sólo eso, si por mi fuera habría erigido ya un monumento aquí en Marbella a 'el capullo y el cebolla' por su contribución decisiva al turismo de la ciudad».
Cierta o falsa, la historia pintoresca de don Jaime sobre estos dos pescadores marbellíes enlaza con el caso del supuesto policía que se infiltró, y vaya que se infiltró bien, en los movimientos independentistas, okupas y antisistema violentos de Barcelona durante tres años y que las redes sociales, con mucha guasa e ironía, han convertido en un héroe hasta el punto de pedir a change.org que haga una campaña para que el ministro del Interior le condecore en persona con la medalla al mérito policial por su sacrificio por la patria.
Daniel Hernández Pons, así se hacía llamar el infiltrado, estuvo recopilando información y de paso intimando con las féminas anticapitalistas y okupas que a tenor de las muchas con las que yació debían de beber los vientos por él.
Vamos, un auténtico Casanova, sin uniforme pero con porra, que se dio el piro tras cumplir con su misión y al que ahora pretenden, las muy despechadas, que sea procesado por haberse empiltrado con ellas sin decirles que era policía. Todo esto, inevitablemente, mueve a la risa y al sarcasmo ante los que no desperdician ninguna ocasión para caer en el mayor de los ridículos. Ya sean los propios colectivos antisistema y okupas barceloneses o la misma Generalitat exigiendo explicaciones a Interior sobre la veracidad del infiltrado y su actividad amatoria mientras recogía información en la cama, cosa que, por otra parte, es más antigua que la humedad.
Las ahora ofendidas, mientras mantenían relaciones sexoafectivas con «Tarzan» Daniel, estaban encantadas con su compañía y no hay duda alguna de que hubo pleno consentimiento cada vez que acababan en el catre. Por eso la querella que han presentado por «violencia sexual institucionalizada» resulta grotesca igual que la retahíla de supuestos delitos que las abogadas de las querellantes quieren endosarle: abusos sexuales continuados, tortura, descubrimiento de secretos, impedimento del ejercicio de los derechos civiles y delito contra la integridad moral. De risa.
Con todo, lo más preocupante es que Irene Montero y Pam pretendan aprovechar la inminente reforma de su chapucera ley del 'solo sí es sí' para introducir en el nuevo texto por indicación de sus socios catalanes el delito de «violencia sexual institucionalizada» aplicable a un guardia civil, un policía o un militar de paisano que tras ligar con una chica y encamarse de mutuo acuerdo y consentimiento, es susceptible de recibir una querella por agresión sexual ya que las relaciones, sostienen las cretinas letradas de las okupas, no fueron libres e informadas. De saber que era policía, dicen, no se habrían acostado con él.
A este paso no sólo será exigible la presencia del notario para certificar el consentimiento antes de la coyunda sino la exhibición del certificado de estudios y el título profesional. Capaces son. La osadía de la ignorancia junto a la estupidez no tienen límites ni en el Ministerio de Igualdad, ni en la «republiqueta catalana de la señorita Pepis». Y Marlaska que condecore al Don Juan que se llevó de calle a las anticapitalistas.