El PP ahora sí se ha pasado de la raya
A muchos les puede el odio a los rojeras, a mí me superan los superestrategas que, para conseguir no se sabe muy bien qué, están dispuestos a dejar por el camino los cadáveres que haga falta
Muchos piensan que las últimas declaraciones de Feijóo han sido la gota que ha colmado el vaso. Que ahora sí el PP se ha descubierto como un partido proabortista, y que regalarle el voto ya sería un acto de dudosa moralidad. Como si haberlos votado en otro momento anteriormente no hubiera sido un acto de dudosa moralidad.
Convendría recordar que mucho más dañino para nuestro país ha sido el Partido Popular que los de la rosa y el puño en alto. Esos por lo menos van de cara, cuando llegan al poder no te sorprenden, sabes qué van a hacer y qué quieren destruir. El problema es cuando llegan los otros, los «nuestros», los «buenos», el «mal menor», los «liberal-conservadores», los «gestores», los «tecnócratas».
Tienen tales tragaderas, que son capaces de zambullirse en las heces que les han dejado los «malos» y vivir cómodos durante cuatro años, «gestionando muy bien», que eso es lo suyo, aunque para ello haya que esconder en un cuartucho a los cien mil niños abortados, o sacudir la zanahoria de la autorización paterna para que se pueda abortar. Y pronto guardarán en el altillo la ley de eutanasia o la de desmemoria histérica, y si no, al tiempo. Lo suyo es retroceder un pasito muy chiquitito y consolidar el pastel gordo.
Y da completamente igual que tengan mayoría absoluta: son la nada, el cinismo, la mediocridad, la tibieza, y tan es así que, su mayor logro es consolidar el mal que sus antecesores han legislado sin ruborizarse lo más mínimo, porque los del puño, aunque sean malos, no son ni tibios, ni mediocres, ni la nada, y saben muy bien lo que quieren. Los malos avanzan, los mediocres consolidan.
Sorprendentemente no es poca la gente que, abducida por el canto de las gaviotas, todavía confía en el plan, convencida de que los tecnócratas que hasta hoy han colaborado, a veces pasivamente y muchas otras activamente en la ruina moral de España, son quienes, con su magistral estrategia, nos llevarán a un mundo mejor. Lo que han sido incapaces de hacer durante décadas ¿lo harán la próxima legislatura?, pues claro que no.
No me cabe la menor duda –y la historia de otros países me avala– de que ellos no habrían tenido el menor reparo en aprobar la ley del aborto si hubiera sido necesario. Con la excusa, claro está, de: «Mejor una ley más restrictiva hecha por nosotros que una muy permisiva hecha por los malos cuando lleguen al poder».
A muchos les puede el odio a los rojeras, a mí me superan los superestrategas que, para conseguir no se sabe muy bien qué, están dispuestos a dejar por el camino los cadáveres que haga falta.
Hace mucho tiempo que el Partido Popular es un lastre para España, una panda de secuestradores del voto católico, talibanes de la democracia como fundamento de gobierno, capaces de traicionar a su propia madre en aras del consenso (Aznar acaba de darme la razón), la moderación y la mal llamada libertad individual.
Se lo dije hace años en el congreso al que me invitaron, y vuelvo a decirlo ahora: no sé cuándo se hundirá el barco, pero hace agua desde el principio y la estructura ya está muy podrida. A los buenos amigos que tengo en él, solo puedo aconsejarles, para su salvación y para la de España, que salten cuanto antes.
Que Pedro I el Guapo no nos haga olvidar quienes han consolidado y normalizado durante años los grandes males morales que asolan España, neutralizando así cualquier atisbo de respuesta católica. Porque si lo olvidamos, algunos seguirán votándoles treinta años más.