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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El estajanovista Alberto Garzón

Este fin de semana se volvió a poner de perfil: que Yoli sí, que Yoli no. Él sigue haciendo caja con nuestros impuestos sin dar palo al agua. Si alguien le ve trabajando, háganlo saber

Actualizada 01:30

Dicen de él que es una figura mitológica que un día fue nombrado ministro de Consumo, función que antes cubría un directorcillo, a cambio de desmantelar Izquierda Unida a mayor gloria de Pablo Iglesias. Ambos se conocieron en las juventudes comunistas y, junto a la entonces novia del Sumo Líder, Tania Sánchez, fantaseaban con cargarse IU, quedarse con su estructura federal y levantarle los votos. Los dos primeros objetivos los consiguieron fácilmente, para ello Alberto «solo» tuvo que traicionar sus ideas y a sus compañeros, pero lo segundo fue un desastre: perdió un millón de votos y jamás los incorporó a las siglas de Podemos.

Alérgico al trabajo, y mucho más al mono de obrero, Alberto acaba de parir una ley del juego más restrictiva, después de quitar las muñecas a las niñas, retirarnos el azúcar del café y mandar a la ruina a los ganaderos y a la industria de alimentos procesados. Ahí está todo el fruto de su esfuerzo con un presupuesto de 63,69 millones de euros: sestear por la mañana y pasarlo a limpio por la tarde. Los que le conocen bien recuerdan lo fácil que le ha sido vender cada uno de los principios obreros a los que dijo defender a cambio de integrarse en un Gobierno que apuesta por las diferencias entre españoles y consagra el supremacismo de unos ciudadanos sobre otros. Todo muy igualitario.

El canje le ha salido a cuenta: liquidar los ideales de IU a cambio de una cartera que le procura 80.000 euros al año, chófer, escolta y la posibilidad de regar con un pastizal a amiguetes que regentan empresas de publicidad para darnos la tabarra con lo malos que somos por comer chuletones, vestirnos de rosa y echar la quiniela los domingos. No hagamos chanzas, porque a Alberto le ha tenido que pasar algo para que, con la cesta de la compra disparada al 15 por ciento, las hipotecas creciendo desbocadas y el pequeño comercio cerrando irremediablemente, no haya dicho esta boca es mía. Bueno, igual la tenía ocupada comiendo esos churrascos que nos prohíbe y que se zampa a pares en las barbacoas que prepara para los amigos (barbacoas y amigos comunistas, eso sí). Por no hablar de su boda «vegana y proletaria»: solomillos ibéricos, langostinos con salsa americana y pirámide de chocolate con helado de vainilla, todo muy ajustado a la dieta baja en calorías que la religión progre mandata.

Echamos de menos sus artículos económicos en la prensa amiga, donde pontificaba con simplezas intervencionistas, las mismas que le soplaba al oído su hermano Eduardo, otro renacentista del sanchismo, cuyas lecciones económicas son estudiadas en Harvard. Garzón se cargó la izquierda parlamentaria, articulada en torno a IU, a cuyos dirigentes llamaba acomodados, carrillistas y corruptos. Curioso que él haya terminado integrando un Gobierno con diputados que cobran comisiones y disfrutan de prostitutas en restaurantes de lujo. Y para acomodada, su labor estajanovista al frente de Consumo: nada por aquí, nada por allá. Hay que reconocer que lo clavó.

Estamos preocupados por Alberto Stajánov Garzón, que solo ha parido una ley en una legislatura entera. Es probable que esté calladito porque su jefe Iglesias le tiene amenazado por si se le ocurre decir algo a favor de Yolanda Díaz, que está a tortas con Ione e Irene. Este fin de semana se volvió a poner de perfil: que Yoli sí, que Yoli no. Él sigue haciendo caja con nuestros impuestos sin dar palo al agua. Si alguien le ve trabajando, háganlo saber.

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