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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Granujas y Andalucía

Si por los andaluces fuera, ya estaría culminada la Sagrada Familia de Gaudí, que lleva un siglo en obras

Actualizada 01:30

Conviene, de cuando en cuando, rescatar textos, opiniones, mandobles y caricias. El autor de la siguiente parrafada es un granuja procesado al que nadie en España se atreve a llevar a juicio. Toda su familia forma parte de la banda delictiva, pero él sigue siendo un tesoro de humanidad, decencia y espiritualidad para la mayoría de la raza superior, los españoles del nordeste que han tenido el privilegio divino de nacer, crecer y sentirse catalanes, como Rufián, que es hijo de Almería. Me refiero, claro está, al nada «molt» y menos «honorable» – pronúnciese «hunorapla»– Jordi Pujol Soley, de profesión «hereu» de herencias extrañas, eficaz comisionista y avaricioso acumulador de centenares de millones de euros de dudoso origen, una buena parte de ellos de obligado pago de los impuestos de los españoles, y otra buena parte de la industria y los cínicos empresarios de la alta y media burguesía catalana, especialmente la barcelonesa. La parrafada, corresponde a su libro La Inmigració, problema i esperança de Catalunya, que fue publicado por la Editorial Terra Nova en 1976, y nos ayuda a comprender la muy grande estima que el separatismo catalán –Pujol fue su gran inductor engañando a Suárez, Felipe González, y José María Aznar, entre otros–, siente por Andalucía y los andaluces. Porque allí colaboraron todos, casi sin excepción, pagando los peajes establecidos para seguir enriqueciéndose. Esto pensaba en 1976 Pujol del andaluz, y no tengo noticias de su rectificación, solicitud de perdón o reparación pública de sus palabras.

«El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es, generalmente, un hombre poco hecho. Un hombre que hace cientos (sic) de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad».

Hombre, Pujol. Andaluz fueron Séneca , Velázquez, Picasso, Pemán, Villalón, Alberti, García Lorca y Juan Ramón Jiménez. Andaluz, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, -La Florida, Alabama, Luisiana, Texas, Arizona, California y descubridor de Iguazú-. Andaluz fue Cánovas, tan aborrecido por los catalanes y vascos separatistas, a los que él denominaba «Aldeanillos». Andaluz fue Mutis, botánico, geógrafo y médico, cuando todavía las relaciones de embarcados hacia la aventura americana carecían de catalanes. El tráfico de negros tuvo lugar en los siglos XVIII y XIX, y ahí si figuran los armadores barceloneses. Andaluz, Luis de Góngora. Y Maimónides, toma candela. Y El Gran Capitán. Y de toreros, desde don Pedro Romero a don Antonio Ordóñez y don Curro Romero, casi todos. Y Don Álvaro de Bazán, y Mariano Fortuny, que en Cataluña le dicen «Fortuñ» cuando era de Granada. Y Eugenia de Montijo y Mariana Pineda. Y Gálvez, al que los Estados Unidos deben el logro de su independencia. Y Santa Ángela de la Cruz, y mi señor abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, y los hermanos Antonio y Manuel Machado. Y Murillo…

Para hablar de los andaluces, usted, pobre Pujol, se tiene que lavar la boca con espuma de liebre. Porque en Andalucía se reúne, se vive y se disfruta de eso tan raro que se llama el talento. Usted sí que está poco hecho, o al menos, a medio hacer. Y es cierto que centenares de miles de inmigrantes – ustedes les dicen «charnegos»–, buscaron en Cataluña su porvenir. Y muchos lo encontraron trabajando a destajo y con honradez. Y sus hijos, nietos y biznietos son catalanes. Como lo serán, si ustedes los racistas no lo remedian, los hijos, los nietos y los biznietos de los magrebíes que han colonizado sus ciudades y campos. Andalucía les ha regalado a ustedes mucho bueno y poco malo. De lo malo, Rufián, Anna Gabriel y algún despropósito más. García, López, Gómez, Fernández y Pérez son los apellidos más comunes en Cataluña.

Si por los andaluces fuera, ya estaría culminada su Sagrada Familia de Gaudí, que lleva un siglo en obras, y que mucho me temo seguirá en obras cuando el Barcelona inicie las obras de su estadio, que se está cayendo.

Más respeto a los andaluces y a Andalucía. Sin ellos, ustedes serían bastante menos. No se lo crean tanto. Han llevado a Cataluña, de ser la puerta de Europa a una región de paletos y aldeanos.

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