Este PSOE sin remedio
No hay ni uno sólo de la base de militantes socialistas que llevaron a Sánchez al poder que se vaya a inmutar por las numerosas trampas descubiertas en esta semana
Somos muchos los que en los últimos tres o cuatro días hemos especulado sobre el impacto de las detenciones de algunos candidatos del PSOE y las dimisiones de algún otro. Hemos querido creer que esto debe tener un efecto devastador en las elecciones de hoy. También lo tienen que haber pensado los más afectos al sanchismo porque hay que ver qué ganas de sacar a pasear algunas acusaciones de corrupción a candidatos del PP en municipios de Castilla y León, pretendiendo equiparar ambas cosas cuando tienen una diferencia radical: los del PSOE han sido detenidos por la Policía que depende de un ministro del Interior socialista. Los del PP son acusados por sus rivales en las urnas. La diferencia es relevante.
El riesgo que corre hoy la democracia española es el de que la base del PSOE pueda ser indiferente a una corrupción tan flagrante como lo es la de alterar la voluntad popular en las urnas. Y me temo que hay pruebas de esa indiferencia. La del sábado 1 de octubre de 2016 fue la tarde en que Pedro Sánchez intentó ganar una moción de confianza interna del Comité Federal con una urna llena de votos falsos y finalmente tuvo que dimitir ante lo pedestre de la trampa descubierta. Ardid que fue ampliamente referido en múltiples medios de comunicación. Así las cosas, cuando empezó el nuevo proceso para elegir secretario general del PSOE, Sánchez tuvo enfrente al presidente de la Comisión Gestora del partido y presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández. También a diferentes barones regionales. Pero finalmente se impuso. Y esto es relevante ahora porque demuestra que esas bases socialistas que sabían que Sánchez había intentado hacerles trampas a ellos, a su partido, le votaron después. Sin el más mínimo rubor.
Con estos antecedentes, lo menos que cabe suponer es que no hay ni uno sólo de esa base de militantes socialistas que llevaron a Sánchez al poder que se vaya a inmutar por las numerosas trampas descubiertas en esta semana. Esa base socialista es de tal amoralidad que quieren el poder a cualquier precio. Para ellos hacer trampas es un medio que se justifica por el fin que se busca. Es una izquierda, un PSOE, sin remedio.
Me gusta recordar el libro La derecha sin remedio (1801-1987) (Plaza y Janés. Barcelona, 1987) que publicó el historiador Ricardo de la Cierva y Hoces a quien algunos –y no sólo en la izquierda– gustaban llamar Ricardo de la Cabra y Coces. En este libro, De la Cierva hacía una perfecta disección de la derecha española explicando cómo era imposible que ganara nunca unas elecciones con los personalismos que la dividían. Pero la diferencia entre esa derecha y este PSOE, el «sin remedio» de una y otro, es mucho más grave en el caso de los socialistas. Porque la bien fundada denuncia del ensayo de De la Cierva se basaba en la división de los líderes en el caso de la derecha, mientras que quien no tiene remedio en el PSOE, principalmente, son sus bases que siguen siendo capaces de votar a los candidatos del partido pese a los flagrantes casos de corrupción que dejan pasar por alto sin reacción. Como la imputación por secuestro del número 3 del partido en Andalucía o el no abandonar de inmediato el Gobierno de Melilla donde han aupado al poder al partido que más sistemáticamente ha intentado manipular los resultados a lo largo de los años. Un hecho que ya le ha generado condenas en los tribunales.
Aun con todo esto, el PSOE sigue teniendo pegas personales importantes. ¿Dónde están los dirigentes con enorme auctoritas? ¿No tienen nada que decir? ¿Dónde están personalidades como Javier Solana, que ha sido ministro de Cultura y de Asuntos Exteriores, que fue cuatro años secretario general de la OTAN después de hacer campaña contra la entrada de España en la Alianza Atlántica, y fue diez años Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común. Y que es caballero de la Orden del Toisón de Oro. ¿No cree Solana que todos esos atributos le obligan a salir a fijar posición pública ante la deriva de su partido? Pues ya se ve que no. Le importa más no perder la sinecura de la Presidencia del Museo del Prado y mantener tertulias con amigos que no le incomoden. Y cuando veo esto me viene a la cabeza el Javier Solana que aceptó una invitación personal de Vladimir Putin para hacer una gira de varias semanas por Rusia como su invitado personal. El antiguo secretario general de la OTAN que ya se ve que no debe tener mucho que decir ni sobre Ucrania, ni sobre Sánchez, ni sobre nada. Como casi todo su partido. Porque como otros camaradas, no parece ni un patriota español, ni uno europeo. Parece que su patriotismo se limita a su partido. El PSOE es para ellos su única religión.