Y esta noche: Sánchez desencadenado
Lo veremos saliendo a morder desde el primer minuto del debate y llegando incluso a la faltada personal, pero serán fuegos de artificio, lo tiene muy crudo
Al haber estudiado en Pamplona, de chaval viví en varias ocasiones los Sanfermines y también he regresado alguna vez ya en este siglo, por tener familia allí. Siempre lo he pasado en grande, aunque aquello desde luego no es un congreso internacional de abstemios, ni de las calles de lo viejo emana exactamente aroma a agua de colonia. Pero en medio de tan feliz jolgorio había algo que me molestaba: el tenaz afán del separatismo proetarra de dejar su impronta en la fiesta, empapelando la ciudad con sus carteles a favor de los «presoak» (los asesinos de ETA), o intentando llevar sus protestas hasta las propias corridas de toros.
Por eso resulta harto revelador que este año las tornas se hayan invertido y que el «que te vote Txapote» se haya convertido en uno de los lemas espontáneos de las fiestas. Reporteros de TVE y Telecinco, cadenas que barren para la izquierda, se han visto sorprendidos por chavales que mientras ellos informaban soltaban a sus espaldas el ya famoso latiguillo. Pero lo más llamativo ha llegado en la primera corrida de la feria, cuando parte de la plaza se ha lanzado a canturrear el eslogan.
Todo esto es anecdótico y no lo es, pues no deja de evidenciar lo mucho que ha calado la animadversión hacia Sánchez. Resulta extraordinario que un presidente del Gobierno que aspira a revalidar mandato no pueda pisar una calle sin que lo abucheen, o que se haya visto forzado a modificar su campaña para convertirla en bolos televisivos, mítines encapsulados y unas delirantes entrevistas a sus ministros desde un plató en Ferraz, con el mismísimo Peter haciendo de Larry King.
Sánchez se ha vuelto insoportable para más de la mitad de los españoles, incluidos muchos ex votantes del PSOE. Se debe a tres motivos: su trabajada condición de mentiroso, que hace que no resulte un político fiable; su turbia alianza con los separatistas catalanes, que lo han mantenido en el poder por algo; y su sociedad con Otegi en contra de todas sus promesas anteriores, una inmoralidad que repugna a gran parte del público.
Pese a toda la sobredosis de ego que lo distingue, el líder y candidato del Partido Sanchista es ahora mismo un pato cojo con un tétrico horizonte en las urnas. Por eso esta noche saldrá al debate pasado de vueltas, enfático y espídico, como un boxeador enfurecido que quiere noquear a su contendiente en el primer asalto. Caerá en bajezas que no se han visto hasta ahora en España en este tipo de dialéctica política y a buen seguro incurrirá en la faltada personal más cutre.
Feijóo saldrá airoso de la velada si mantiene la sangre fría, no entra al capote de la provocación y saluda con un arqueo de ceja irónico las barbaridades que le va a soltar en el cuadrilátero Pantera Sánchez. Políticamente, se beneficiará del debate en las urnas si acierta a hacer ver al público de qué van realmente estas elecciones: o Sánchez, o España. Así de claro, porque en un eventual Frankenstein 2 el pago por mantener al supremo egotista en el poder ya no serán los indultos, la suelta de etarras y la reforma del Código Penal al dictado de Junqueras. El próximo precio será el referéndum de independencia, y Sánchez está dispuesto a concederlo, envuelto en el papel de celofán de los pertinentes eufemismos (el nuevo significado de las siglas TC es Trágala Cándido).
Sánchez le puede hacer pupa a Feijóo si el aspirante entra en la tangana del barro. Pero ni así lograría darle la vuelta a los comicios. Con lo que todos percibimos en el termómetro de nuestros círculos próximos, con lo que delatan las anécdotas de los Sanfermines y con la situación económica apurada de las familias, el PSOE está llamado a pasar al banquillo e iniciar probablemente su carrera hacia la irrelevancia, similar a la que han experimentado sus pares de Francia y Grecia. Eso si todo va bien en Correos.