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Pecados capitalesMayte Alcaraz

1.839 asesores para esto

Ayer, Óscar y Pedro demostraron que lo que natura no da, dos mil enchufados no prestan

Actualizada 01:30

Pedro Sánchez copió su tesis doctoral y entonces entendió que el mínimo esfuerzo da fruto en gente como él. La mejor manera de llegar al éxito, pues, era contratar muchos negros, muchos asesores, bien pagados todos con dinero público, que le pudieran hacer el trabajo fácil. Luego, con exhibir su linda cara –como le gustaría que apareciera retratada en la moneda–, imbatible según los estándares monclovitas, con engolar la voz y sonreír con esa contracción de los labios que le perpetúa el rictus, el Sumo Líder podía conquistar el mundo. O no. Ayer ese castillo de naipes cayó ante un señor de Orense. Pero para llegar a eso, Su Sanchidad ha engordado los enchufados en el Gobierno hasta reventar las costuras de la Administración General del Estado. La contratación de amigos en Moncloa no ha tenido freno en estos cuatro últimos años. Hoy tiene 1.839 eventuales con retribuciones que se han elevado en un 53 por ciento respecto a la época de Rajoy.

De entre todos estos temporeros destaca uno: Óscar López, su palafrenero en el torneo con Feijóo, cuya legendaria inutilidad se ha visto coronada hace unas horas llevando al desastre a su jefe, al que enclaustró cuatro días en plena campaña electoral, probablemente más para evitar que lo silbaran en los mítines que para que velara las armas que iba a utilizar contra un rival al que siempre miró con desdén, y que ha terminado siendo un killer que no necesita dos millares de chupópteros de la teta del Estado pasándole mentiras en forma de fichas informativas para chamuscar al Fénix de la familia socialista.

Con esa profusión de nóminas públicas, más los brujos visitadores que acuden ante el presidente para asesorarle y que luego reciben fondos Next Generation para compensar sus desvelos monclovitas, nadie acertó a decir a Su Sanchidad que el rollo de Vox ya no renta y que, mientras niega sus pactos con los malos, los malos le sacan los colores desvelando detalles inéditos sobre su indigna claudicación. Anoche lo hizo Rufián, antes Junqueras y Puigdemont, semanas previas Otegi, cada noche Iglesias. Cuando uno compadrea con tan indeseables sujetos, ya puede desenterrar a Franco, decir que Vox y PP son lo mismo, hacer de Calimero porque han insultado a tu mujer, llorar porque te gritan «que te vote Txapote», que inexorablemente terminas sucumbiendo ante las certezas que ofrece un político con sentido común, que tiene algo que 1.839 asesores no pueden dar: credibilidad.

Óscar López, con la inestimable ayuda de Chiqui Montero (¡qué podría salir mal en el debate!), acompañaron al presidente a Atresmedia, con una única receta para conjurar al gallego al que soñaban tumbado en la lona: Vox; como si encamarse con amigos de asesinos no fuera ya la madre de todas las inmoralidades que incapacita a cualquiera para censurar los pactos del contrario. Óscar fue el artífice de que Pedro dimitiera en aquel convulso comité federal del 1 de octubre de 2016. Curiosamente, no resultó tan tonto como parecía, porque en las primarias contra Patxi López, negó su apoyo al que hoy es su jefe y se lo dio a Patxi (bueno, retiro lo de que no era tan tonto si su apuesta era el actual portavoz socialista en el Congreso).

Entonces, Pedro eligió un gulag muy confortable para castigar al que era su amigo desde tiempos en los que ambos fueron asesores en el Parlamento Europeo: la presidencia de Paradores Nacionales. Óscar llevó a la quiebra a la red pública de alojamientos turísticos, pero logró ser perdonado por el jefe que, cuando consideró que 180.000 euros al año eran suficiente purga, terminó encaramando al ínclito López a su jefatura de Gabinete, con el resultado del cara a cara que quedó plasmado como espejo irónico de Pedro Sánchez.

Ayer, Óscar y Pedro demostraron que lo que natura no da, dos mil enchufados no prestan.

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