Iván Espinosa de los Monteros
Uno de los pocos parlamentarios que daba prestigio al Congreso ha abandonado su escaño para que sea ocupado por otra mediocridad
Muchísimos simpatizantes de Vox han lamentado la despedida de la política –es de esperar que provisional– de Iván Espinosa de los Monteros. Se me antojan muy pocos los lamentos partidistas. La pérdida de un político de la categoría de Iván afecta, no sólo a España en su dimensión global, sino al Congreso de los Diputados y al resto de los partidos. Porque, el que se ha ido, representaba la buena educación, la sabiduría, el empaque y la eficacia de su palabra. Era además de economista, políglota, dominador de un francés y un inglés sólo al alcance de los nativos, y detrás de su aparente timidez, un hombre bueno, familiar, defensor de principios y valores hoy depositados en los basureros de la derecha y la izquierda. Un político inteligente y decidido, cuya única finalidad era –y espero que lo diga siendo– la recuperación de España hacia el cumplimiento de la Constitución, la lealtad a la Corona y la unidad de nuestra patria. No ha perdido sólo Vox. Hemos perdido todos con su marcha, incluyendo en el «todos» a los que más renegaban de su presencia y los que orientaron el odio hacia su figura, probablemente como consecuencia del complejo de inferioridad y el temor al ridículo de sus adversarios y alguno de sus compañeros. Se habla de Iván Espinosa como el dirigente liberal de Vox, como si el apellido liberal fuera elogioso. No. Iván Espinosa de los Monteros era un político que transmitía los planteamientos y los conceptos de la mejor derecha española.
Soy amigo de los suyos desde la juventud. Jugué en el mismo equipo de fútbol de su padre y de su tío Bosco Espinosa. Eran futbolistas rompedores, corajudos, incansables, pero no estaban dotados de mi calidad en el uso del balón. Yo era una mezcla entre Netzer y Kopa, y lo recuerdo en el presente texto, porque nadie me lo ha reconocido públicamente. Pero carecía del coraje y el sentido del esfuerzo de los hermanos Espinosa. El tío de Iván, Bosco, me lo dijo durante el segundo tiempo de un partido en el que no estuve afortunado: «Deja de hacer el panoli y corre más». Aquella admonición me hizo comprender que mi futuro en el fútbol carecía de consistencia.
La guapísima mujer de Iván es bastante más de derechas que su marido. Y tiene una explicación. Su padre, mi amigo Antonio Monasterio, cubano-español, en plena juventud y rico en La Habana como consecuencia de su inteligencia y trabajo, fue esquilmado por la llamada «Revolución» cubana. Todo lo que hizo y levantó, se lo hundieron y derribaron. Como tantas víctimas del régimen asesino, Antonio Monasterio se instaló en España, siguió trabajando y creando empresas a partir de cero, se casó y creó una familia ejemplar, con Rocío a la cabeza. Cuando el comunismo persigue y roba a otros, la gente mira hacia otro lado. Cuando el comunismo persigue, amenaza y roba a tu propio padre, la capacidad del olvido es muy limitada. Y prueba de la unión familiar del matrimonio Espinosa-Monasterio, es que él se ha marchado y ella se ha quedado como portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid.
Una mirada a los escaños del Congreso nos ofrece la realidad de la política española. Se sientan en nuestra Cámara Baja, además de analfabetos, representantes del terrorismo, del separatismo, del comunismo podemita y yolandesco, del socialismo más atroz y de la derecha más acomplejada y sometida a la Agenda 2030. Iván era de Vox pero iba por libre. Parece ser que, últimamente, se sentía desplazado del núcleo del poder. Quizá, Abascal –valiente y valioso– no ha acertado con la tecla de su apoyo y su defensa al mejor de los suyos. Todo se puede arreglar, pero la herida está ahí. Y la herida, aunque a muchos mamarrachos de la ultraderecha española –PNV y «Junts»– y del terrorismo, del separatismo y del comunismo sobón, no les afecte, ha herido a todos. Uno de los pocos parlamentarios que daba prestigio al Congreso ha abandonado su escaño para que sea ocupado por otra mediocridad.
Ivan era un lujo. Y el lujo es propiedad de Sánchez.
Mucha suerte y vuelve pronto, español decente.