La investidura de Feijóo no resultó estéril
Viene un tiempo de mucho paripé y fingimiento por ambas partes, pero al final, desgraciadamente y sin ser un exégeta, creo que Sánchez saldrá investido
Apelar a las conciencias de los diputados socialistas allá donde sientan sus posaderas institucionales para que voten contra los privilegios de una casta política y en favor de una España de ciudadanos libres e iguales es un imposible. Juanma Moreno se preguntó ante el grupo socialista del Parlamento andaluz, tras rechazar este una iniciativa del PP contra la amnistía, si es que no había nadie en ese grupo capaz de reaccionar por mantener un puñetero sillón. No lo hubo.
Ramón Tamames pedía horas antes de la segunda votación de investidura de Feijóo que se buscara a «dudosos» entre los diputados del PSOE en el Congreso para que se abstuvieran, ignorando que, como en la parábola, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un parlamentario socialista se atreva a contradecir los designios de Sánchez.
El propio Feijóo, en su última intervención, antes de la votación del viernes, les recordó a esos mismos diputados socialistas que apoyar una amnistía les convertía también en tránsfugas de la Transición y de una España de ciudadanos menos libres y más desiguales.
Feijóo se quedó a cuatro votos de ser investido, como estaba cantado, pero su paso por la tribuna del Congreso no resultó inútil, ni estéril. Ni sus votantes, ni los de los partidos que se sumaron a su investidura, pueden reprocharle no haber brillado con altura durante los debates y no haberlo intentado, cosa que no hizo Inés Arrimadas, y se le criticó, tras ganar los comicios en Cataluña.
Lo contrario habría supuesto una dejación de responsabilidad política ante sus electores y una espantada vergonzosa como la protagonizada por Sánchez estos días eludiendo el debate para no responder de sus intenciones y concesiones a los independentistas con tal de seguir en el poder.
La desvergüenza del «cromañón» vallisoletano acusando a Feijóo de haber utilizado al Rey para una investidura sin posibilidad de salir adelante olvidando que su jefe Sánchez protagonizó dos investiduras fallidas en 2016 y 2019, con menos apoyos que el candidato popular, evidencia hasta qué extremo está dispuesto el «sanchismo» a denigrar a sus adversarios y degradar la política y la democracia.
La investidura sirvió, entre otras cosas, para denunciar que España, si no se repiten las elecciones, tendrá un Gobierno de la mentira y del engaño con Sánchez. El debate valió para advertir el silencio cobarde de un presidente de Gobierno en funciones, que tras ser requerido una y otra vez por Feijóo sobre la amnistía y el referéndum a cambio de seguir en la Moncloa, dio la callada por respuesta. Tampoco se inmutó cuando Feijóo le acusó de engañar a sus votantes a los que no pidió su consentimiento para amnistiar a Puigdemont, condenar la Transición y socavar nuestro ordenamiento jurídico y la democracia, que es lo que pretende hacer.
A nada respondió Sánchez, parapetado tras ese eslabón perdido que encontró en Valladolid y que utilizó desde la tribuna de forma grosera y despreciativa contra el Congreso en su obsesión por humillar al candidato.
La investidura también retrató la transmutación del osado y temerario Sánchez en pusilánime silencioso cuya negativa a debatir con Feijóo, utilizando al macarra pucelano, fue interpretada por sus entusiastas mediáticos como otro golpe de audacia, cuando en realidad se trató de un gesto de soberbia y arrogancia, entremezclado con el canguelo que le producía batirse con un candidato elevado a hombre de Estado, que se pasó de pitón a rabo a todos los portavoces del espectro Frankenstein.
Concluido el momento de Feijóo llega el de Sánchez que tiene hasta noviembre para conseguir los apoyos de ese entramado que, no lo duden, irá incrementando sus exigencias en la misma proporción que aumente la ansiedad del presidente en funciones por ser investido y seguir en el poder.
Los independentistas de Junts y ERC han oficializado el precio de sus votos mediante una iniciativa conjunta en el Parlamento catalán que da por conseguida la amnistía y emplaza a Sánchez a concederles también un referéndum de independencia.
El PSOE ha respondido tibiamente, no vaya a enfadarles, que el único camino posible está dentro de la Constitución. La amnistía no lo está y el referéndum menos.
Por tanto, si Sánchez obtiene los votos de Puigdemont y Junqueras es porque habrá perpetrado la amnistía para los cuatro mil y pico secesionistas, incluido el prófugo de Brusela , y porque está dispuesto a negociar un acuerdo ilegal y de imposible cumplimiento, como la celebración de un referéndum de autodeterminación.
O eso, o elecciones nuevamente, y ni Sánchez ni los separatistas van a arriesgar la posición de privilegio que tienen, uno para seguir en la Moncloa, y los otros para que Puigdemont vuelva en Falcon y obtengan la consulta perseguida; algo que jamás conseguirían con un gobierno de Feijóo.
Viene un tiempo de mucho paripé y fingimiento por ambas partes, pero al final, desgraciadamente y sin ser un exégeta, creo que Sánchez saldrá investido y tras cometer la indignidad de la amnistía, intentará marear la perdiz con la negociación hasta que los independentistas se convenzan de que no puede satisfacer sus exigencias soberanistas e intenten otro desafío que ponga en riesgo la convivencia pacífica de los ciudadanos. Ahora lo tendrán más fácil sin la sedición y con una malversación rebajada . Nada me alegraría más que equivocarme y volver a las urnas.