El autócrata revienta el PSOE
Sánchez será presidente, pero su Gobierno nacerá muerto. Sobrevivirá como pueda con la apelación al fanatismo de partido, lo de «los nuestros» contra la derecha
Tengo confianza en que la sociedad española recuperará nuestra democracia tras el golpe anunciado este jueves. No hay más que ver la movilización de la sociedad civil. Pero dudo mucho que se recupere el PSOE del destrozo que le acaba de provocar el autócrata que manda en el partido y en el Gobierno. El centroizquierda ha muerto en España. El PSOE se ha convertido en una fuerza extremista y populista, que seguramente conservará sus siglas, pero no será, ya no es, una formación socialdemócrata y constitucional.
El autócrata, que repite como un obseso la palabra «ultraderecha» en cada discurso, ha convertido el PSOE en un partido de ultraizquierda, que legitima un golpe de Estado independentista, que deroga el Estado de derecho y que se dispone a negociar un referéndum de independencia. Lo que desbarata a su vez todo el andamiaje del llamado progresismo. Intentarán seguir con la palabra y las tradicionales pretensiones de superioridad moral, pero se van a encontrar a partir de ahora con el desprecio y la carcajada. No hay intelectual ni asociación civil capaz de sobrevivir con dignidad en el golpe progresista pactado por el autócrata con delincuentes y extremistas.
Esperan muchos socialistas que la tormenta amaine, que algún milagro arregle el destrozo, en la habitual reacción humana del avestruz. Cuando la realidad muestra lo fácil que es acabar con un partido. Que miren los socialistas a Francia, donde el Partido Socialista es un cadáver político que ha sido absorbido por la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon. Mélenchon es un radical que abandonó el Partido Socialista en 2008 y después logró hundirlo y convertir a la extrema izquierda, a su Francia Insumisa, en el líder de la izquierda en Francia. Y cómo será lo de Mélenchon, que una encuesta reciente muestra que los franceses le consideran más peligroso para la democracia que Le Pen.
Pedro Sánchez va a reventar el Partido Socialista desde dentro, sin necesidad de abandonarlo. Con mucha ayuda, claro está, de ese importante sector del socialismo que nunca hizo del todo la transición a la democracia. De ese socialismo que tanto ha dudado en la lucha contra ETA, que se avergüenza del patriotismo, que sigue sin condenar el comunismo, y que algunos abandonamos hace muchos años precisamente por todo eso. Sin imaginar, eso sí, que la degradación de la socialdemocracia iba a alcanzar estas cotas.
Esto es ante todo la obra del autócrata, dispuesto a todo para ser presidente, pero también está sostenido en esa izquierda que ha optado por la vía de la radicalización y el populismo para poder gobernar. Lo que en España significa abrazo a los nacionalismos. De la misma manera que Mélenchon se abraza en Francia a la importante población musulmana y al islamismo, lo que allí llaman el islamoizquierdismo, el PSOE se abraza a los nacionalismos, sean independentistas, racistas o golpistas, de derechas o de izquierdas.
Sánchez será presidente, pero su Gobierno nacerá muerto. Sobrevivirá como pueda con la apelación al fanatismo de partido, lo de «los nuestros» contra la derecha. Pero no tendrá ninguna legitimidad ni para acordar, ni para legislar ni para dirigir a los españoles. Un Gobierno bajo la bota de Puigdemont es un cadáver político, más o menos como el centro-izquierda en España.