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El que cuenta las sílabasGabriel Albiac

Narciso en la charca

El presidente del Gobierno más corrupto se exhibe como el más virginal entre los seres angélicos. Es la lógica de Narciso ante el espejo

Actualizada 18:04

¿La realidad? ¿Qué realidad puede sobrevivir a la mirada de un narcisista, de esa curiosa bestia para la cual lo real es sólo ornamento que pone en valor su rostro?

Dar credibilidad a sus performances escénicas exige un uso autista de los diccionarios: nada significará ya otra cosa que lo que el autocomplacido charlatán anhela que signifique. El diccionario de Narciso es blindadamente autorreferencial. ¿Democracia? Lo que yo invoco. ¿Racionalidad? Lo que conviene a mis intereses. ¿Nepotismos familiares múltiples? Los que mis adversarios ejercen. ¿Robo? Aquello que jamás tuvo nada que ver conmigo. ¿Golpe de Estado? Lo que quieren hacerme. ¿Constitucional? Todo lo que yo diga que lo sea. ¿Dictadura? Eso que define a mis enemigos…

Daba risa, por supuesto. Y es que, con una historia como la del PSOE, reprochar a otros partidos haber pagado en cargos públicos los servicios de deudos, amigos y parientes, suena maravillosamente hilarante. Habrá que agradecer a Sánchez esos instantes de pura comicidad involuntaria, en los que el presidente del Gobierno con mayor número de asesores pagados de la historia española reprochaba a las autonomías adversas haber multiplicado el número de sus asesores pagados. El presidente del Gobierno más corrupto se exhibe como el más virginal entre los seres angélicos. Es la lógica de Narciso ante el espejo. Pero el espejo al cual se asoma Narciso es una charca. Más bien pútrida. Conviene no olvidarlo.

¿Puede alguien dar respuesta racional al discurso de un autista? Es un empeño vano. Las palabras del autista blindan un territorio autodefinido, ajeno a toda realidad que no entone la leyenda del semidiós que las emite. No hay mundo exterior que perturbe su espejo. Y la básica racionalidad, a la que Feijóo se empecinaba en abrir un camino desde la tribuna de las Cortes, nunca acudirá a la cita de una mente tan duramente encastillada: tan sin fisuras. Feijóo habló como un convencional político. Serio. Sánchez lo hizo como un pintoresco psicópata. Porque para Sánchez no hay realidad, no hay razones. No hay lenguaje, siquiera, que signifique nada. Para Sánchez, hay sólo Pedro Sánchez.

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