Sánchez será enterrado en el Valle de los Caídos
Profanó la tumba de Franco y lo sacó de la abadía porque su objetivo último es enterrarse él allí. Y para eso no pueden estar ni Franco ni José Antonio
Vista la degradación política a la que nos lleva el presidente del Gobierno, las piezas me comienzan a encajar. No creo que sea necesaria una enumeración detallada de la degradación de España en el último lustro. Ni mucho menos en los últimos cuatro meses. Como hemos reiterado en estas páginas España vive una autocracia, la forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley. Y esa persona es Pedro Sánchez. Lo que estamos viviendo es que este autócrata tiene mucho menos respeto por la legislación vigente que el dictador Francisco Franco con las leyes de su tiempo.
Hogaño vemos cómo toda la legislación se pervierte para poder mantener en el poder a Sánchez y, como nos enseña la doctrina política desde la noche de los tiempos, en una confrontación entre quienes respetan la legislación vigente y los medios democráticos y quienes la pervierten y están dispuestos a violar los procedimientos democráticos, las primeras batallas las ganan siempre los que pervierten y violan las normas.
Días atrás me relajaba tomando una copa de oporto sentado en una terraza de Vilanova de Gaia, sobre el río Duero, contemplando enfrente la ciudad que da nombre al vino que yo estaba disfrutando. Y con el comentario de un amigo por medio de un mensaje, me vino a la cabeza una posibilidad que hasta ahora no se me había ocurrido: Sánchez profanó la tumba de Franco y lo sacó de la abadía porque su objetivo último es enterrarse él allí. Y para eso no pueden estar ni Franco ni José Antonio Primo de Rivera.
Su proyecto ya lleva completada una parte sustancial de los pasos que debe dar. Además de las dos exhumaciones, se ha desacralizado las capillas laterales en que están enterrados los combatientes de ambos bandos de la Guerra Civil. Supongo que esto se ha hecho para justificar que los muertos que no se llevan las familias que supuestamente no querían que sus parientes estuvieran enterrados allí no se tengan que ir gracias a que ya no es tierra sagrada. Vamos, que los querían sacar porque era un lugar consagrado, pero han sido tan pocos los que han pedido llevarse a los suyos que ahora hay que justificar que no se los han llevado con esta argucia.
Sánchez ya ha dado otro paso importante, que es el de cambiar el nombre del Valle, que como saben ya no es oficialmente «de los Caídos» sino «Valle de Cuelgamuros». Ésta última es una adaptación políticamente correcta del nombre original que pretende evocar: «Valle de Cuelgamoros». Pero si Sánchez llega a restituir ese nombre original, quizá sus amigos de Hamas le hubieran hecho un recibimiento de signo muy diferente cuando estuvo por allí.
Así que ya sólo quedan dos pasos para que Sánchez pueda ocupar la tumba de Franco. El primero es la expulsión de los benedictinos y la total desacralización de la abadía entera, que todavía conserva el nombre de «Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos». Él jamás descansaría en paz en un lugar sagrado. Y él querrá ser sepultado ahí porque el lugar tiene las dimensiones y el empaque que requiere un autócrata de su relevancia histórica. Y como él no quiere hacer que el Estado incurra en más gastos de los que son imprescindibles para su persona, el Valle de los Caídos (con perdón) tiene la ventaja de que ya está construido y con fregar un poco el suelo es suficiente.
El otro paso es un poco más complicado, pero está claramente en el punto de mira: seguir en el poder hasta el día de su muerte dentro de treinta o cuarenta años. Y si consigue su objetivo y supera los años de gobierno de Francisco Franco siendo un hombre de progreso, ¿cómo no va a merecer ocupar esa tumba vacía?
Disculpen la ironía. Comprendo que no tiene ninguna gracia. Pero cada vez me parece más verosímil.