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Al bate y sin guanteZoé Valdés

No sé qué decir

Dejémonos de idioteces, España se ha perdido, y hay que ver cómo recuperarla. Dudo que Cuba se recupere alguna vez

Actualizada 01:30

Es el primer fin de año (escribo esto el 31 de diciembre) en el que no sé qué desearles para el año que comienza. Tal vez de forma sencilla diré que pensaré en todos ustedes, y en ver cómo les paso el mensaje para que entiendan que hay que cambiar los planes; sí, esos planes de vivir mejor, que es de lo que se trata. O sea, para vivir sin tanta candanga, y volver a disfrutar algo de libertad. Porque dejémonos de idioteces, España se ha perdido, y hay que ver cómo recuperarla. Dudo que Cuba se recupere alguna vez. Francia cada vez me importa menos, dado que yo no les importo a ellos, pese a que les he dado la mitad de mi presencia. Subrayo 'presencia', que no existencia. Existo en mi mente y mis lugares elegidos por la imaginación.

Me preocupa Israel, sin Israel y su existencia, firme, estaremos todavía más perdidos. Con el resto ya lo estamos bastante. ¿USA me inquieta? Sí, indudablemente, pero USA ya está al nivel de Francia. No se quiere. Y cuando los países dejan de quererse, o sea, cuando los ciudadanos de esos países se olvidan de quererse y respetarse, pues… se acabó el querer, se acabó lo que se daba, el último que apague la luz.

Argentina todavía se quiere. Lo he conversado bastante con amigos argentinos. Sólo con amor y furia se podía cambiar ese país, y en ese trámite andan. Javier Milei es un patriota que ama a su país, y está luchando para sanarlo. Lo conseguirá.

Confío en Santiago Abascal, presiento que es un hombre de principios, en su partido no es el único. Creo que Vox dará sorpresas y procurará mejores momentos a España. Porque Vox quiere devolver la fe y el amor a los españoles, se bate a diario contra el odio y la desidia.

En Cuba, veo a Eduardo Cardet, líder del Movimiento Cristiano Liberación, aunque eso sí, está muy solo, y tan olvidado como Cuba misma. Cardet tiene que comprender que hay que sacar a Cuba del extravío, y colocarla en el pedestal que le corresponde; él lo sabe, por eso se bate contra la amnesia cotidiana, aunque se lo dificultan. Y no sólo se lo complica el régimen comunista, que es el que más. Estorban la cantidad de «divas» inútiles de la oposición creada por el régimen, y el burujón de oportunistas que sólo piensan en ser presidentes de aquella isla. Cuba es una isla en la que todo el mundo quiere ser presidente. Todos, menos yo. ¿Tendrá Cuba salvación? En manos de hombres y mujeres de fe y valores sí la tendrá. Porque sólo con fe y con valores se podrá empezar a construir desde el alma, desde la semilla, desde la luz.

En cuanto a mí, he reducido mi actividad a escribir más, a hablar menos, a leer, trabajar, rezar. Rezo mucho para mis adentros. Cada vez más. No como un mantra catoliquero, no. Rezo para que Dios me oiga, ojalá lo haga y no lo aburra con mis letanías, cada vez más centradas en mejorar ese concepto de espíritu… Tal vez lo que debiera hacer es desgajarme de tanto concepto e introducirme en una sensación, más que en una idea, del espíritu. No es vejez, es manía. Desde niña he sido siempre muy maniática, metódica, masinguillosa.

Creo que la solución sería buscarnos todos y hallarnos en una resistencia judeocristiana, sin necesidad de que unos se conviertan en los otros, sin añoranza alguna de convención. Sólo de unirnos y resistir, colocar la vida frente a la muerte, anhelar intensamente la vida…

Hoy cociné para esta noche frijoles negros cuajados, arroz blanco, albóndigas, que tanto le gustaban a mi madre, ensalada para refrescar el paladar, crema de limón, que tanto agradaba a mi abuela, y las uvas, tan españolas. Eso es ser cubana, una mezcla de sabores, de olores, de posible entrega ferviente bajo esos paladeos y aromas.

Mientras que las francesas cuando cocinan, si es que lo hacen, se cocinan para ellas, en cambio yo cocino para los demás, aunque esté sola. Aunque esté con mi amor y mi gata. Aunque no venga más que Dios, porque para él cocino, principalmente. Tal vez porque piense que haciéndolo Él entienda que es una manera perpetua de agradecerle su Eternidad.

Como ven, trato de llenar el espacio para evitar confesarles que estoy muy triste por mi segundo país que ya es casi el primero, España, y que para España escribo ahora, como cuando escribía para Cuba. No sé por qué me hago esta especie de cuento chino de que mis palabras pudieran servir para cambiar algo, lo mínimo, lo suficiente, o al menos para aliviar. Lo siento, de verdad, por ustedes y por mí.

De cualquier modo, que el 2024 nos sea leve, y que recobremos la cordura. ¡Amemos a España! Lo necesitaremos.

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