El vicepresidente Laporta
Prácticamente en la quiebra, sigue gastando el dinero que no tiene gracias a un sistema inspirado en unas supuestas palancas que tienen que ser unas palancas estupendas
Se contaba cuando falleció don Emilio Botín S. de Sautuola y López, abuelo de la actual presidente del Banco de Santander. Don Emilio era un hombre alto, espigado, presumido en la vestimenta, amante de los árboles y muy medido en sus gastos personales. Subió al cielo y San Pedro le permitió el paso. Pero don Emilio, nada más cruzar la raya del paraíso, se volvió, y dirigiéndose a San Pedro le solicitó una audiencia urgente con Dios. No le había gustado el desorden, a primer golpe de vista, del Cielo.
San Pedro buscó un sustituto para controlar la puerta de entrada y se dirigió al despacho del Sumo Hacedor,
- Señor, que ha llegado don Emilio Botín y desea tener una reunión con su Divina Majestad.
– ¿Te ha adelantado algo, Pedro?
-No Señor, pero intuyo que hay algo en el Cielo que no le ha gustado.
Dios accedió y recibió a don Emilio. Tres horas de reunión, al cabo de las cuales, el banquero español abandonó el despacho de Dios con una sonrisa en los labios. Minutos más tarde, Dios salió de su recinto. Paseó sobre las mejores nubes y los azules más brillantes. Pero se mostraba dubitativo, confuso y algo preocupado. San Pedro, curioso impenitente, se dirigió a su Señor.
-Le veo insatisfecho, Señor. ¿Qué deseaba don Emilio?.
–Pues oye lo que te digo, Pedro, que tú también eres responsable. Me ha agradecido ser recibido en el Cielo, pero simultáneamente me ha manifestado su decepción. Dice que el cielo no está del todo limpio, que hay muchas almas que no hacen nada de nada, que hay que imponer horarios de trabajo y de recreo. Y he tenido que darle la razón. Las almas se han relajado y no limpian sus parcelas, y muchas de ellas se han acostumbrado a la comodidad y al ocio. Y aquí llega la cuestión que me preocupa. Me ha mostrado un organigrama para ordenar el Cielo, y lo preocupante, Pedro, lo preocupante, es que, en ese organigrama, don Emilio me ha asignado el cargo de vicepresidente.
Salvando las infinitas distancias, algo parecido sucede en el Club de Fútbol Barcelona. Pero en este asunto, nada tienen que ver ni Dios ni don Emilio Botín. Los personajes son otros. Los socios del Barcelona, que han dejado de ser sus propietarios aunque todavía no se hayan apercibido de ello, creen a pies juntillas que su presidente es Laporta. Laporta es un personaje peculiar, listo y marrullero. Muy comercial y con dominio del mercado. Como alguno de sus colegas en la presidencia, ha demostrado una habilidad muy elogiable en inversiones destinadas a la complacencia y ayudas arbitrales. Pero, prácticamente en la quiebra, sigue gastando el dinero que no tiene gracias a un sistema inspirado en unas supuestas palancas que tienen que ser unas palancas estupendas. Sucede que, esas palancas no servirían para nada si no las autorizara el auténtico presidente del Barcelona, que es un madrileño nacido en San José de Costa Rica. El presidente del Barcelona, el que autoriza el uso de las palancas, el que ha detenido las graves sanciones preventivas de la UEFA y la FIFA, no es otro que Javier Tebas, también presidente de la Liga. Ser el presidente de la Liga, y al mismo tiempo, serlo también de un club miembro de la Liga, no suena bien. Y claro está, ante el escándalo de corrupción más grave –y ya demostrado–, del mundo del futbol europeo en toda su historia, escándalo que no ha sido sancionado gracias a las ayudas del verdadero presidente del Barcelona, del entusiasta partidario de las palancas, que son meros artificios contables, no resulta ni impertinente ni ofensivo recordarle al señor Laporta que su cargo en el Barcelona es, en realidad, el de vicepresidente.
Lo cual, en nada me sorprende. Porque Tebas, en eso de mandar, manda muchísimo.
Y lo que te rondaré, morena.