El día que no termina
Desear un feliz año a los lectores de El Debate, o lo que es igual, desearles un sueño, una quimera, una metáfora, es prueba de buena educación, pero puede sonar a falsedad impertinente
Hoy, es el día en el que hay que apagar el móvil –en mi caso, un Nokia con tapa que ha cumplido los primeros veinte años de vida–, o cualquiera de los artilugios que reciben mensajes. No hay nada que celebrar. Y para colmo, la arriesgada apuesta por las doce uvas. Muchos entusiastas fallecen atragantados. Los familiares tienen derecho a que los suyos fallezcan en condiciones dignas. Pero no atragantados por una uva.
Se le resta seriedad a la muerte. Y después de las uvas, los fuegos artificiales caseros, causantes de toda suerte de mutilaciones, amputaciones y quemaduras. En esta ocasión, y con el permiso de mi familia y de un amigo que nos recibe en su casa con una generosidad infinita, me propongo cambiar las uvas por anchoas. Doce anchoas enrolladitas de la mejor marca de Santoña, que no es la que regalaba Revilla a Sánchez. Las anchoas enrolladas entran en la glotis con suavidad oriental. Seáme reconocida la autoría de esta nueva cursilería. La suavidad oriental, que aporto con mucho gusto al enriquecimiento de nuestro idioma. En catalán «suavitat oriental» y en vascuence-batúa « leutasuna ekialdekoa», traducciones que facilito por si algún nacionalista imbécil se refiere a la suavidad oriental en el Congreso y el Senado, y el traductor no se aclara, especialmente con la versión catalana.
Hoy, por culpa de las cadenas de televisión públicas y privadas públicas subvencionadas, es el día más ordinario del año. Vuelan por ahí los nombres de mujeres que han alcanzado la gloria de la notoriedad. Una tal Pedroche y otra tal Hermoso. Me informan que la primera se desnuda para comer las uvas y que la segunda, víctima de la más terrorífica agresión sexual del año, nos tiene preparada una sorpresa. Sus biógrafos aseguran que de cuando en cuando se le escapa un «jolines», lo cual se me antoja prometedor. Cuando la primera se despelote y la segunda diga «jolines», yo estaré en la cama esperando el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena en la «Goldener Saal» de la «Musikverein» vienesa. Para tormento de los envidiosos un pequeño detalle. Asistí al concierto –fila 7, butaca 8–, en persona, en el año 2007, dirigido por Zubin Mehta, y la experiencia es insuperable. Choqué las palmas en la Marcha de Radetzky, y solo me conmocionó una realidad irreversible. Entre el público, hay más japoneses que austríacos, lo cual dice mucho del deterioro del alma vienesa de la familia Strauss. Pero en fin, también en las Ramblas barcelonesas hay más musulmanes que en la Meca, y los barceloneses lo llevan muy bien.
En la noche del 31 de diciembre, se originan más barullos familiares que en Nochebuena. En Nochebuena, cuando los cuñados inician la tanda de insultos, siempre hay un niño en la casa que entona un villancico y calma las hostilidades. En la Nochevieja, muchas familias se rompen para siempre. Unos brindan por España y otros por Sánchez, y vuelan los tortazos. Porque son brindis enfrentados e irreconciliables.
Desear un feliz año a los lectores de El Debate, o lo que es igual, desearles un sueño, una quimera, una metáfora, es prueba de buena educación, pero puede sonar a falsedad impertinente. El año 2024 será peor que el 2023 que se marcha. Para seguir en La Moncloa, Sánchez le ha regalado a la ETA la alcaldía de Pamplona, capital del Reino de Navarra. En los primeros meses «cambiará de opinión», y ya con los prófugos de la Justicia en casa, les permitirá convocar un refrendo ilegal. Podría hacerlo con la ley en la mano, es decir, convocarlo en todo el territorio nacional, única posibilidad que tienen los separatistas de ser independientes. Subirán catorce impuestos. Seguirá usando de los bienes comunes, los aviones 'Falcon' para ir desde su despacho al cuarto de baño y hacer pipí, como decía mi abuela. El sanchismo extenderá su mugre personal y nos lloverán nuevos analfabetos. Se castigará por ley las injurias a Sánchez mientras se permitirá por ley injuriar y calumniar al Rey. Y corto porque no termino.
No obstante, le deseo a algún lector de El Debate un muy feliz año 2024. A los que nos leen cada día desde las oficinas dependientes de Sánchez. Ellos serán felices.
Y no lo olviden. Fuera uvas y anchoas enrolladitas. Nos veremos durante el concierto, mientras los vagos del socialcomunismo duermen la mona.