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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Carta desesperada a los Reyes

Que, si pasan por Abu Dabi, presenten el respeto debido a ese Rey que tuvo que irse de su país por la ignorante venganza de un presidente, ahíto de odio y vacío de lealtad institucional, sin importarle ultrajar la dignidad de esta vieja nación europea

Actualizada 01:30

Que soy adulta me lo dice como piropo todas las mañanas el espejo; pero sigo creyendo en los Reyes Magos de Oriente. De hecho, creo que son más verdad que Pedro Sánchez. Por lo menos nos devuelven ilusión donde sólo habita el desencanto, así que, aunque me reconozco poco merecedora de obsequios, paso a exponerles mis deseos, quizá entelequias de difícil consecución, pero Sus Majestades sabrán hacerse cargo de las necesidades acuciantes de los españoles en esta hora crítica.

Queridos Magos de Oriente:

-Quiero que nuestros políticos dejen de tomarnos por tontos contemporáneos, vamos, por bobos de campeonato a los que engañar, manipular y de los que servirse en lugar de servirlos.

-Que se apliquen a gobernarnos sin gastarse un euro más de lo necesario, con la austeridad debida, sin duplicidades, agencias de clientelismo político y superestructuras gubernamentales que nos cuestan un ojo de la cara y solo sirven para comprar votos.

-Que cumplan sus programas electorales y dejen de ser fieles seguidores de la cínica máxima de Tierno Galván: «Los programas están para no cumplirse»; y que, como ocurre en toda Europa, a excepción de España, cuando un presidente o un ministro miente flagrantemente se vaya a su casa y no sea premiado en las urnas por un electorado sectario y borreguil.

-Que las vidas humanas, el respeto y la urbanidad estén por encima de las posiciones políticas y de los animales.

-Que aseguremos un digno futuro a los 843.400 chavales que están en paro, con valores y no con likes o la promesa de que no tendrán que dar palo al agua a cambio de que voten lo «correcto» con tal de recibir –promesa que se llevará el tiempo en cuanto Europa lo exija– una paguita vitalicia.

-Que devuelvan la autoridad a los maestros de escuela, que se les otorgue libertad de criterio para evaluar con la equidad académica, la que nos llevó a muchos a tomar el ascensor social para llegar a la universidad que nuestros padres no pudieron acceder.

-Que nadie distorsione nuestra escala moral: que los asesinos sigan siendo tratados como tales hasta el fin de sus días, que cumplan enteramente sus condenas y no reciban homenajes cuando salgan de la cárcel. Que los proetarras no lleguen a alcaldes y que las víctimas de esos monstruos encuentren algún día el consuelo que han perdido porque haya un sujeto que quiere seguir en el poder por encima de todo.

-Que los delincuentes que huyeron para no ser juzgados, después de cometer delitos gravísimos contra la seguridad del Estado, no se enseñoreen ante los abnegados forjadores de un país al que su presidente ha despojado de Código Penal, con el que protegerse de la alta traición que cometieron los mismos que prometieron defender la Constitución.

-Que, si pasan por Abu Dabi, presenten el respeto debido a ese Rey que tuvo que irse de su país por la ignorante venganza de un presidente, ahíto de odio y vacío de lealtad institucional, sin importarle ultrajar la dignidad de esta vieja nación europea.

Y, finalmente, anhelados Melchor, Gaspar y Baltasar, ayudadnos a reconocer que, pese a sus gobernantes, España es la nación más solidaria del mundo, la segunda con una esperanza de vida más alta del planeta, la menos racista, la campeona en donaciones y trasplantes de órganos, con la democracia más garantista y la más segura para vivir. Y, sobre todo, que en ese país habita gente que, pese a que se les quiera arrinconar tras un muro, es gente buena, que va de su corazón a sus asuntos, disfruta de lo que la vida les ofrece, respeta a sus mayores y quiere lo mejor para sus compatriotas, con indiferencia de si son extremeños, catalanes o riojanos. Apártanos de tener que hacernos la angustiada pregunta de Larra: ¿Dónde está España?

Felices Reyes Magos a todos los que creen en la fantasía.

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