Para xenofobia, la de «charnegos» y «maquetos»
La izquierda ha manipulado la palabra xenofobia para aplicarla a todo tipo de críticas a las políticas de inmigración. Mezclando el odio hacia el extranjero, hacia otra raza o cultura, con el cuestionamiento de políticas del estado del bienestar
Hay que tener una jeta de hormigón progresista para «descubrir» ahora que Junts es xenófobo. O para que un xenófobo, Junqueras, critique a otro, a Junts, porque eso que quiere hacer con la inmigración es de «extrema derecha». Cuando los nacionalistas han sido xenófobos siempre, practicando xenofobia a raudales contra inmigrantes llegados a Cataluña y País Vasco de otros lugares de España. Xenofobia de derechas, Junts y PNV, y xenofobia de izquierdas, ERC y Bildu. Contra los «charnegos» y contra los «maquetos», y después, contra todos los que se han resistido a sus políticas racistas, sean nietos de inmigrantes o de los ocho apellidos vascos y catalanes.
Y todo eso ha ocurrido con el pleno apoyo de la izquierda y su manipulación de la palabra xenofobia, una de las más manoseadas del diccionario político. En primer lugar, porque la ignoran o la apoyan cuando es practicada por nacionalistas catalanes y vascos. Con ese desprecio a todo lo español, y sus consecuentes políticas, como las lingüísticas y las educativas, sostenidas por izquierda y extrema izquierda. Es así, por ejemplo, que el País Vasco tiene un grave déficit de médicos, porque el euskera ha sido más valorado que los títulos académicos para las plazas, y ahora el Gobierno Vasco anda desesperado buscando médicos en otros países.
Es que Junts quiere expulsar a los extranjeros, oh, qué horror, se lamentan los de la jeta de hormigón, cuando Junts y todos los nacionalistas llevan expulsando desde hace décadas a los españoles, es decir, extranjeros, que no han obedecido sus políticas xenófobas. Con todo tipo de métodos, incluido el terrorismo etarra, que te perseguía y mataba por querer ser español.
La xenofobia nacionalista ha contado, además, con la entusiasta aceptación de sus víctimas, como Gabriel Rufián, que esta semana se proclamaba en el Senado «orgulloso charnego y nieto de abuelos y abuelas que emigraron de Andalucía para huir de los señoritos». En una patética celebración del racismo nacionalista y de su marca despectiva de los inmigrantes para ser aceptado por los xenófobos.
Pero, además, la izquierda ha manipulado la palabra xenofobia para aplicarla a todo tipo de críticas a las políticas de inmigración. Mezclando el odio hacia el extranjero, hacia otra raza o cultura, con el cuestionamiento de políticas del estado del bienestar. Cuando el odio a lo diferente está igual de repartido entre izquierda y derecha, como bien demuestran los nacionalistas, y lo que la izquierda llama xenofobia es crítica a la gestión de lo público. A los límites del Estado para asumir determinadas cifras de inmigración y al desequilibrio entre los impuestos pagados por los ciudadanos y los servicios recibidos del Estado.
El colmo de la manipulación de la xenofobia ocurre, por último, cuando llaman xenofobia a la crítica de prácticas iliberales contrarias a la igualdad, como el velo de las mujeres musulmanas. También en esto hay bastantes Rufianes y Rufianas que se colocan un velo y se proclaman orgullosos y orgullosas discriminadas. Me temo que les va a explotar la cabeza ahora que van a tener que justificar todo en el mismo paquete, xenofobia contra españoles y contra extranjeros y con un velo en la cabeza.