Un pato cojo y un cisne negro en la Moncloa
En su gran huida hacia adelante, Mi Persona no contó con que a veces en la vida te atropella un imprevisto
En el año 82 después de Cristo, el poeta satírico romano Juvenal comentaba quejándose del deterioro moral de su época que era «más difícil encontrar una buena persona que un cisne negro». Se suponía que los cines negros no existían, así que durante siglos se convirtieron en metáfora de lo imposible. Hasta que los europeos llegaron a Australia y en 1697 un explorador holandés avistó uno. Ergo lo imposible sí existía.
Esa historia está en la base del libro El cisne negro, el impacto de lo altamente improbable, publicado en 2007, con enorme éxito de ventas, por Nassim Nicholas Taleb, un pensador libanés que emigró a Estados Unidos cuando la guerra lo expulsó de su país. Taleb ganó un dineral en Wall Street –aunque la tarea de los analistas le parecía una mamarrachada, porque sus estimaciones a su juicio carecen de valor alguno– y más tarde se hizo profesor universitario, ensayista y conferenciante.
Taleb, que vio venir enseguida la crisis del 2008 y anticipó lo que iba a provocar la covid nada más aparecer, sin embargo no cree en los expertos. Coincide en ello con el profesor Philip E. Tetlock, que en su excelente libro Superpronosticadores señala que los supuestos gurús –políticos de fuste, periodistas, pensadores, economistas, tertulianos…– aciertan en sus predicciones lo mismo que «un chimpancé lanzando dardos en un pub».
En su obra El cisne negro, un libro muy sugerente, aunque sin conclusiones bien cerradas, Taleb se regodea en nuestra incapacidad para predecir acontecimientos que se salen del carril y rompen todos los esquemas. Según él, un fenómeno «cisne negro» presenta tres características: es impredecible, tiene un impacto masivo y después de que sucede buscamos una explicación que lo haga parecer menos raro y más previsible de lo que en verdad fue. El tercer principio me recuerda aquel viejo chiste que señala que los economistas son ese gremio visionario que ha sido capaz de predecir diez de las dos últimas crisis.
Hay muchísimos fenómenos cisne negro. ¿Quién contaba con internet, o con la autopista monopolística Google por la que obligadamente nos movemos? ¿Quién podía predecir un atentado tan apocalíptico, terrible, audaz e ingenioso como el 11-S? ¿Quién iba a decir que que la primera multinacional de moda del planeta iba a estar en Arteixo (La Coruña)? ¿Quién iba a pensar que el talón de Aquiles del sanchismo sería al final la más desvergonzada corrupción?
Taleb cree que estamos viviendo una «revuelta global contra los expertos», a los que el gran público no entiende. También se despacha contra el «progresismo»: «Obama era un actor. Tenía buena apariencia y era respetable y educado. Pero no arregló la economía, solo le puso novocaína. Obama creo desigualdad porque distorsionó el sistema. Trump aportó al sistema algo del sentido común de los negocios. Un tendero ve razonable lo que dice Trump. En cambio con Obama ni siquiera era capaz de entenderlo».
Uno de sus ejemplos para explicar en qué consiste un fenómeno «cisne negro» resulta demoledor. Imagínense que usted es un pavo estadounidense que vive en una granja. Considerará unos tíos majísimos a los seres humanos, pues todos los días le regalan su sustento sin hacer nada a cambio. Hasta que llega el día de Acción de Gracias… El pavo al que le rebanan el gaznate no ha visto venir el fenómeno «cisne negro», que por otra parte no es tal si se observa la historia desde el punto de vista del carnicero.
Mi Persona, el Gran Jefe Pato Cojo atrincherado en la Moncloa sin méritos electorales para ello, se ha comportado como los pavos de la historia de Nassim Taleb. Pensaba que podía burlarse de la advertencia de Lincoln y lograr engañar a todo el mundo todo el tiempo. Llegó a creerse sus propios sofismas y a considerar que su amoralidad táctica y sus televisiones lo hacían invencible. Creía que con masajear a Puchi era suficiente, que podría levitar sobre todo lo demás (incluido el colosal pufo de las arcas públicas, las mentiras constantes y el serio empeoramiento del poder adquisitivo). Pero apareció un cisne negro, el amigo José Luis, y se descubrió lo que muchos superpronosticadores ya sabían: que en el PSOE había mucho buitre agazapado. Demasiados como para que sigan gobernando un país de la categoría de España.