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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Ya tienen su mini Estado y vienen a por tu dinero

No solo pretenden romper España, sino que además aspiran a que sus víctimas les paguemos la fiesta de la destrucción de nuestro país

Actualizada 13:07

El PSOE se prepara para cortar dos de los últimos hilvanes que unen a la nación española. Se intuye ya la concesión de un cupo catalán al modo del cupo vasco, lo cual destrozará la caja única. Y también se dará luz verde pronto a algún tipo de consulta de independencia. Lo más probable es que el PSOE y Junts hayan acordado ya el referéndum en sus citas entre tinieblas en Suiza, a la espera del momento propicio para sacar la urna del armario y que el leal fámulo Cándido la cuele por las anchísimas tragaderas del TCS (Tribunal Constitucional Sanchista).

Este miércoles, Aragonés ha aparecido por Madrid y ha dicho a las claras que su plan pasa por un cupo catalán con aportación cero a la caja común de la solidaridad interregional. Ya tienen su mini Estado y quieren también tu dinero para costearlo. No solo pretenden romper España, sino que además aspiran a que sus víctimas les paguemos la fiesta de la destrucción de nuestro país.

¿Independencia de Cataluña? Seamos francos: ahora mismo ya tienen montado un miniestado, al que solo le falta una declaración formal que lo consagre como tal.

Jordi Pujol era golfante con los dineros y de carácter taimado. Pero también era inteligente. Dedicó su larguísimo mandato a ir armando lo que llamaba «estructuras de Estado». Se trataba de ir montando el armazón para la futura nación catalana independiente, a la espera de un momento propicio de flaqueza de «Madrit» en el que lanzar el arreón final. Puigdemont y Junqueras pensaron que esa situación de flojera de España había llegado ya en 2017 y proclamaron su República. Pero se precipitaron. El gran oso español no estaba hibernando, solo sesteaba, y espoleado por un providencial discurso del Rey supo desperezarse y parar el golpe (por cierto, Sánchez obligará ahora a Felipe VI al humillante y doloroso trago de firmar una aberrante ley de amnistía, que se da de bruces con todo lo que afirmó el monarca en el discurso más importante de su reinado, el del 3 de octubre de 2017).

Entre sobre y sobre del trinque del 3 % –que era en realidad era más–, el viejo Pujol solía comentar a sus allegados que cuando uno llega al extranjero nota de inmediato que está en otro país por dos detalles evidentes: hablan en un idioma diferente y la policía viste de un modo distinto. Y procedió a obrar en consecuencia. Repasemos algunos atributos de un Estado:

-Policía propia, que vela por la seguridad y el tráfico. Cataluña la tiene, todo un ejército de mossos.

-Idioma propio. También, hasta el extremo que está prohibido rotular negocios en español y de que el castellano, siendo todavía la lengua más hablada en Cataluña, está vetado de hecho en las escuelas.

-Representación diplomática en el extranjero. La red de «embajadas» y oficinas comerciales de Cataluña por todo el mundo no para de crecer.

-Gestión de la sanidad, la educación y la justicia. Dependen del Gobierno catalán en su gestión diaria.

-Televisión nacional propia. También la tienen, la combativa TV3.

-Agencia tributaria propia y gestión plena de los impuestos. El Gobierno catalán la pidió ayer (el cupo catalán), y todo indica que Sánchez lo concederá si así se lo exigen aquellos a los que debe el pernoctar en la Moncloa.

¿Qué les falta a los separatistas catalanes para hablar con plena propiedad de un Estado? Solo contar con un Ejército, con el control de las fronteras y con la declaración formal de República independiente, de ahí la presión por el referéndum (que solo les servirá si lo ganan, pues de lo contrario se repetirá ad infinitum hasta que se imponga la independencia).

Hemos permitido que se ahonde tanto en el extrañamiento respecto a la idea de España que va a costar sudor y lágrimas revertirlo. Una pena, porque la inmensa mayoría de los españoles están encantados con el proyecto cooperativo, secular y entrañable llamado España, pero por felonía del PSOE se ven hoy rehenes de una minoría que predica la ruptura entre vecinos de siempre por supuestas superioridades identitarias.

De un gran país que nos une a todos estamos pasando a los micropaíses excluyentes ensimismados en su ombligo. Qué cosa tan retrógrada. La llaman «progresismo» y se trata exactamente de lo inverso.

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