Gozo
El antimadridismo sociológico es partidario de la amnistía a los golpistas y delincuentes del nordeste, a la fragmentación de España, a la elevación a los espacios divinos del supremo hortera, y a la cacería de Isabel Ayuso que, además, es madridista
Sin merecerlo, el Real Madrid ha ganado a los petrodólares en Manchester.
Doble alegría, insuperable gozo.
Presiento profunda tristeza en el antimadridismo sociológico. Bajan por la «Font del Gat» ríos de lágrimas pueblerinas. Y en Madrid se mezclan las miradas cohibidas con las sonrisas declaradas. Las crónicas y las opiniones para nada sirven. Poco ha llovido en Cataluña, pero el «céspet» del estadio alquilado está embarrado de llantos. Son muy de llantos los del nordeste. Y el entrenador mejor pagado del mundo, el que viste de negro, ha vuelto a hacer el ridículo con sus memos planteamientos argentinos. Aquellos dos versos de Agustín de Foxá en su soneto a Celia Gámez.
Repletos de memeces argentinas.
Son los bells atributs del Barça».
En el original «son los bells atributs de l´home», pero hoy me he levantado juguetón. Sollozan unos y otros por sus derrotas, mientras en Chamartín se divierten hasta los gatos.
Triple alegría, insuperable gozo.
Una buena parte de los afiliados al antimadridismo sociológico de la prensa deportiva española recela del Real Madrid por su capacidad de aglutinar los sentimientos de millones de españoles. No conozco a un madridista antiespañol. Y a muy pocos colchoneros, a decir verdad. Su pesar viene de otras causas y orígenes. Pero en el nordeste, y en el resto de España, el antimadridismo sociológico nace de las turbulencias políticas e ideológicas. El Real Madrid representa a España, y España no merece la victoria. Y efectivamente, no la mereció. Pero ganó, y ese detalle es el motivo de sus soponcios. Hasta Irene Montero, la que ya no tiene casi nada que hacer, ha criticado con odio la capacidad de reunir a siete ministros del Gobierno en el palco del Real Madrid. Del Gobierno al que ella ha pertenecido por imposición del nuevo tabernero. Los ministros, Irene, no acuden por cortesía respondiendo a una invitación. Son ellos los que llaman, los que insisten y los que disfrutan de gorra los partidos en el Santiago Bernabéu. Y exceptuando a uno de ellos, van al Bernabéu con la esperanza de asistir a una derrota del Real Madrid. El antimadridismo sociológico es partidario de la amnistía a los golpistas y delincuentes del nordeste, a la fragmentación de España, a la elevación a los espacios divinos del supremo hortera, y a la cacería de Isabel Ayuso que, además, es madridista. No así el alcalde de la Capital del Reino más antiguo de Europa, que es colchonero o indio, lo segundo desde los tiempos de Jesús Gil. Porque acampaban junto al río –el Manzanares–, odiaban a los blancos –el Real Madrid–, y su gran jefe se llamaba «Caballo Loco», por «Imperioso». El antimadridismo atlético tiene otras justificaciones que en nada se asemejan al que impera en el nordeste y las izquierdas españolas.
«Para ganar la Copa de Europa hay que tener un gran equipo, un gran entrenador y ganar al Real Madrid». Lo dijo Beckenbauer, el futbolista más grande y elegante de Alemania. No sé. Es inexplicable. El escudo, la historia, el esfuerzo, la disciplina, el afán de superación y la capacidad de sufrimiento. Todo eso y mucho más.
El Real Madrid, el que peor lo tenía, ha vencido a los petrodólares. Inmerecidamente de acuerdo con el juego desarrollado. Pero ahí está el misterio de su grandeza.
Insuperable gozo.