Fundado en 1910
Post-itJorge Sanz Casillas

Pedro Sánchez, jefe del Estado

Es la última. No le comunicó al Rey su cambio de postura con respecto al Sáhara pero sí su permanencia en Moncloa en virtud de una carta escrita en Twitter

Actualizada 01:30

Pasó un poco desapercibida (por lo menos en Madrid, donde era festivo) pero ayer Pedro Sánchez escribió otra carta. Esta vez fue a su militancia y llevaba membrete del partido, lo cual supone un avance en esta nueva forma de comunicarse con sus gobernados, pues estamos a dos días de que salga Bolaños en pantalones cortos a declamar las decisiones de Presidencia.

Pero volviendo a la carta de la no dimisión, hay que reconocerle que sirvió para diferenciar a los escépticos de los serviles, pues hubo quien se creyó al Pedro compungido y enamorado de la misma forma que al Pedro insomne (el que no tendría ministros de Podemos). Suele ser gente falta de formación y memoria, que a menudo son la misma cosa.

De todo el teatrillo que montó en torno a la dichosa misiva, reconozco que su visita al Rey me hizo dudar. Pensé: «¿Cómo va a ir a Zarzuela para anunciar que se queda en base a un mensaje escrito en Twitter, carente de toda oficialidad?». Pues lo hizo. Y se presentó en Casa del Rey a la hora del desayuno para decir: «Majestad, no sé si sabe que escribí hace unos días una carta. Pues bien. Le hago saber que no me voy». Y me imagino también al Rey, fingiendo cordialidad ante el hombre que solo seis días antes lo había recibido en Alcalá de Henares con las manos en los bolsillos, como si viniera de hacer tiempo en una tasca cercana.

Este último giro de guion, esa visita al monarca para decirle que todo sigue igual que ayer, da buena medida de los estándares éticos del personaje. Sánchez no le comunicó su cambio de postura con respecto al Sáhara pero sí su permanencia en Moncloa en virtud de una carta escrita en caliente y en solitario, según sus hagiógrafos. Más que un exceso de cortesía institucional pareció más una forma de decirle «Aquí todavía mando yo (y mi señora)».

Así que Sánchez anunció su punto y aparte con respecto a la prensa y la Justicia, dos de los estamentos que todavía no controla plenamente. ¿Y todavía hay gente que se pregunta por qué se hundió Podemos? Pues porque Sánchez dice hoy lo mismo que Pablo Iglesias hace cinco años, solo que sin gritar y con corbata. El PSOE actual ha asumido como propias las tesis del separatismo y de la izquierda radical. Empecemos: cree que los empresarios ganan demasiado dinero, y señala ya a periodistas con nombre y apellidos. También defiende con la furia del converso los indultos, la amnistía y, próximamente, la autodeterminación. Como colofón, sus mandos son abiertamente republicanos.

Solo así se entiende el debate binario que nos han planteado estos días, según el cual defender a Sánchez es defender la democracia. Nada más lejos de la realidad. Presidentes hemos tenido muchos. Sin embargo, la última vez que prescindimos del Rey a los pocos años ya estaban quemando iglesias y llamando al timbre de los opositores.

comentarios
tracking