Desde el río hasta el mar, Yolanda se medio va
Ella, tan fina y educada, mandó a la mierda a media España hace unos días desde su escaño en el Congreso, demostrando que esta divulgadora de Barrio Sésamo no es lo que parece con su sonrisa impostada
Yolanda Díaz, rival en profundidad discursiva de Begoña Gómez, pero con más laca, dimite de lo fácil pero no de lo importante. Le gusta tanto el coche oficial que después de mandarnos a la 'merdé' ahora deja el marrón del engendro de Sumar, pero conserva la nómina de vicepresidenta y el pisito público de 400 metros cuadrados. Así cualquiera. No gana ni al parchís y va de desastre en desastre hasta la debacle total. El último varapalo ha sido en las europeas donde solo le ha sacado 10.000 papeletas a Alvise. Pero lo que más le ha dolido es que su amiga Irene Montero, pareja de su padre putativo hoy convertido en padrastro, le sopla en la nuca a menos de 1,5 puntos y, por si fuera poco, Pedro le ha merendado a casi todo su electorado, haciéndole una OPA por absorción. Sus electores han pensado –y yo les alabo el gusto– que en el arte de la jibarización de la decencia y de las categorías morales, el que se lleva el gato al agua es Pedro Sánchez. ¿Por qué votar a su remedo con mechas si uno puede hacerlo al más sectario y poderoso? ¿Por qué votar a la nada, a una ficción, a un camelo, a un bluf engordado por periodistas a sueldo?
Por eso ya solo queda que Moncloa toque a difuntos por la vicepresidenta que se prestó a ser utilizada por Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, para su macabro juego político. Ella aceptó con gusto el trágala a cambio de una cartera de ministra, peluquería gratis y un sueldo público que jamás se ganó en las urnas en su Galicia natal: se cargó IU, Alternativa Gallega de Izquierda, las Mareas, Podemos y ahora Sumar. Jamás ha dado la cara en una noche electoral para evitar que su grey la despeinara. Siempre deja solos a sus candidatos, como recientemente a la tal Estrella estrellada en Bruselas, porque sabe que solo sobrevivirá mientras Sánchez la mantenga en el Consejo de Ministros; y a él, el forajido, que ahora se hace arrumacos con ERC en la mesa del Parlament. Allí seguirá la lumbrera mientras Su Persona necesite sus votos menguantes. La gallega ministra de Trabajo que nos quiere retirar del trabajo sabe ya que el 9-J sufrió su derrota definitiva, aunque continúe sumando meses para la prejubilación de vicepresidenta. Pero su final, como el de Pedro, dependen del ultraderechista Puigdemont. Para lo que han quedado.
Primero la nombró Pablo Iglesias y ella, tan feminista a ratos, se dejó querer. Después, pasó por las armas a los podemitas, a los que sabía conspirando en su contra. Mientras tanto, Pedro le tomaba la medida: de vez en cuando se hacía fotos con ella como si fuera su alter ego en el gobierno de coalición mientras le merendaba todas sus propuestas: Palestina, salario mínimo, reducción de la jornada laboral… Díaz se hacía la ofendida, lloraba por la deslealtad de Su Sanchidad, pero estrenaba sonrisa y modeli cada miércoles en el Congreso. La vida ha cambiado y el comunismo ya no se enfunda jersey de cuello alto tricotado en casa, a lo Marcelino Camacho, sino bolsos de Chanel. Igual Izquierda Unida, que no ha logrado entrar en el Parlamento europeo, tiene alguna pregunta que hacerle a esta pijaprogre de libro con entrada vip para ver a Taylor Swift mientras manda a los demás a dormitar con Ismael Serrano.
Ella, tan fina y educada, mandó a la mierda a media España hace unos días desde su escaño en el Congreso, demostrando que esta divulgadora de Barrio Sésamo no es lo que parece con su sonrisa impostada. Incluso deseó que el pueblo israelí fuera echado al mar usando la consigna de Hamás. Luego pidió disculpas a su manera: solicitó al tendido que bajáramos la tensión, que fuéramos educados y no insultáramos al rival. Ella, la novia de Franckenstein, sabe que su Dorian Gray, la criatura sanchista más aberrante de la democracia, está cada vez más débil.
A ver si ha aprendido la lección. Se la vamos a repetir con la misma parsimonia con la que ella y Begoña Gómez nos hablan, como si los tontos fuéramos los que las escuchamos. Anota, ministra: des-de-el-río-has-ta-el-mar-a-la-mier-da-se-va.