Solo hay dos maneras de ganar las elecciones
Y una de ellas no está clara, sobre todo si tienes enfrente a un hombre capaz de comprarse la investidura con el dinero de todos
En los tiempos del bipartidismo (hace ya diez años de esto) los sociólogos decían que en España ganaba las elecciones quien se hacía con el centro político. Quien conseguía seducir a los votantes que, en una escala de 1 a 10 (entendiendo 1 como extrema izquierda y 10 como extrema derecha), se autopercibían entre el 4 y el 6. La realidad fue esa durante mucho tiempo, a la que habría que añadir el voto castigo, una reacción ligada casi siempre a la economía. Seguro que te suena: el PSOE lleva el paro por encima del 20 por ciento y el PP gana las elecciones.
Pero los tiempos han cambiado. Ya no hay solo dos partidos y el paro está contenido, remiendos contables aparte. A eso súmale la polarización, que es cierta. El centro ya no es un lugar seguro (que se lo digan a Ciudadanos) y el encanallamiento se promueve desde el poder, pues nunca antes un presidente llamó fachosfera a la mitad del país. Por tanto, lo de conquistar el centro y capitalizar el descontento económico ahora mismo ya no sirve.
A la vista de la encuesta que publicamos hoy, el PP ganaría las elecciones con más holgura que hace un año y estaría en condiciones de armar una mayoría absoluta junto a Vox y «Se acabó la fiesta». El partido de Abascal perdería buena parte de su respaldo y a su derecha (o a su descontento) le nacerían los 3-4 escaños de Alvise. A pesar de la contundencia de la victoria, con 30 escaños por encima del PSOE, veríamos al PP contando escaños con los dedos, otra vez. No seré yo quien le compre a la izquierda el pollino de que si el PP no gana por mayoría es que ha perdido las elecciones. Las victorias son victorias y 150 escaños siempre serán más que 120 aquí y en Trinidad y Tobago. Pero no hay que olvidar que enfrente hay un hombre al que no le importa perder si luego puede comprarse la investidura con el dinero y la soberanía de los que sí ganaron.
Por tanto, y por resumirlo mucho, hay dos maneras de ganar las elecciones. La primera es construir un electorado propio, anunciar sin complejos tu modelo de país y combatir los postulados que lo amenazan (como han hecho Ayuso y Milei, cada uno en su estilo, con el socialismo). La segunda es mantenerse en el centro, si es que existe, a la espera de que esos mismos electores vayan a ti movidos por un descontento que no parece probable toda vez que la economía, mal que bien, sigue tirando.