Fundado en 1910
El que cuenta las sílabasGabriel Albiac

Tanto amor en la Moncloa...

Lo ilusionada que ella estaba por ser catedrática sin tener que pasar por los largos y algo penosos trámites de ser antes doctora y, aún antes, licenciada, un montón de años; y con oposiciones, por añadidura; ¡vaya horterada!

Actualizada 03:17

Todo es mentira. En Caracas y en Moncloa. Todo es mentira allá donde las ceremonias del poder andan en juego. Y, cuando la mentira es demasiado bestia como para que la trague nadie, siempre queda el recurso del silencio. El silencio de Sánchez ayer ante el juez en la Moncloa, al cabo ya de tantos indicios de que un fraude obsceno ha podido ser desplegado en familia. Desde la impunidad y con el perfecto desprecio con el que trata un déspota a sus siervos; con el perfecto desprecio al cual el ciudadano español parece tan resignado. No hay ley para el que manda.

Pero, verán, es que el Magnífico Rector de la Universidad Complutense no sabía que doña Begoña Gómez no era licenciada universitaria. Debía ser el único en España en no saber eso. Habrá que creerlo, ya se sabe, los académicos son gentes despistadas: «tenía la idea de que la esposa del presidente del Gobierno tenía una licenciatura», ha declarado al juez. Y, si a la buena mujer le hacía ilusión una cosilla tan tonta, ¿no hubiera sido una perversidad privarla de ese inocente gusto? ¿Sabría, acaso, el Magnífico Señor Rector que la tan amable aspirante a cátedra benevolente era esposa de un tal Sánchez, habitante de la mansión que él no se imaginaba, desde luego, que fuera a ser la de un presidente del gobierno? Estoy casi por asegurar que no, que no tenía ni la más remota idea. Además, Sánchez se llama casi todo el mundo.

Pero verán, es que el señor Sánchez, por supuesto, no sabía, como presidente, lo que en el desayuno conversaba con su esposa como esposo: lo ilusionada que ella estaba por ser catedrática sin tener que pasar por los largos y algo penosos trámites de ser antes doctora y, aún antes, licenciada, un montón de años; y con oposiciones, por añadidura; ¡vaya horterada! Visto lo que había visto alrededor de la tesis doctoral de su cónyuge, tampoco es de suponer que esto le supusiera a la próspera empresaria remordimiento de conciencia alguno.

Y, el señor Barrabés, ¿sabía el señor Barrabés, notorio empresario, que su socia era cónyuge legítima del primer ministro cuyo gobierno había de soltarle 44 contratos seguidos con la Administración? ¡Quién tendría la vileza de creer tal ignominia!

Y el señor Hidalgo, sin duda un ejecutivo listo, ¿se enteró de que la tal Gómez, a la cual su holding financiaba institución de estudios africanos, era casualmente la esposa del presidente del gobierno que pondría mil cien millones de nada para salvar de la quiebra a sus Globalia, Air Europa y Avoris?

Aquí cada cual dice lo que le sale del gorro. Y todos van haciendo, de un modo u otro, caja. Es lo suyo. ¿Y de dónde podrá salir, se pregunta el indefenso ciudadano, tanta caja? No tiene más que mirar su declaración de hacienda. Y quedarse, también él, calladito.

Todo es mentira en esta historia. No hay cátedras ful, doctorados de pega, no hay negocios fraudulentos que enriquezcan a quienes tienen el poder y a quienes se acercan a ellos, no hay delito, no señor juez, de ningún modo. Aquí no hay más que amor, amor, amor… Y yo, señor juez, por amor a mi amada, me callo. Y al que esto le empalague, que vomite.

Mientras tanto, el también muy amado tutor Zapatero, inspiración y hada buena de la pareja que ocupa ahora el que fue su domicilio, ¿por dónde anda? De festejo con Maduro por Caracas: territorio trascendente de la mentira. ¡Y qué le pueden importar a él las gentes que allí puedan estar siendo masacradas por las calles! Es lo que tiene amar tanto a la democracia, pobrecita: acaban por matarla a besos.

Pero, en fin, ya sabéis, todo es mentira. Todo. En Caracas, igual que en la Moncloa. Ni hubo fraude electoral en Venezuela, ni nadie contrató a B. Gómez a no ser por sus méritos. Y mucho amor, mucho amor sobre todo.

comentarios
tracking