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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Anticultura woke

El wokismo parte de una idea buena o verdadera, la hace enloquecer y la transforma en algo perverso o absurdo. Y a quien se oponga a esto, se le reprochará oponerse a la idea buena

Actualizada 01:30

El comunismo fracasó, asesinó y perdió la guerra, pero no ha muerto. Su símbolo máximo es el muro de Berlín: hombres libres que escapan del «paraíso» arriesgando sus vidas. Culminada la senda de la ruina económica, y no fue lo peor, ahora sigue la senda de Gramsci: la «hegemonía cultural». La anticultura woke es la continuación del comunismo con otros medios. Ya casi nadie se declara comunista. Sería una especie de confesión de culpa. El comunismo se camufla mediante una gavilla de delirios culturales bajo la expresión woke, es decir, «despierta». Cabría decir: despierta del sueño y vive la pesadilla.

Su modo de proceder lo anticipó Chesterton cuando afirmó que los vicios modernos eran virtudes cristianas que se habían vuelto locas. La ideología woke parte de una idea buena o verdadera, la hace enloquecer y la transforma en algo perverso o absurdo. Y a quien se oponga a esto, se le reprochará oponerse a la idea buena. Se empezó con la censura a la marginación del disidente. Pero ya está ahí la amenaza penal. Bajo el eufemismo de los delitos de odio. Mas sobre esto hay ya una larga experiencia comunista.

Veamos algunos ejemplos, sin ánimo de exhaustividad. La emancipación de la mujer y la igualdad jurídica es una gran cosa, al menos en Occidente lograda. Eso no impide que subsistan desigualdades de hecho, muchas de ellas injustas. El woke decreta la opresión universal de la mujer y declara la guerra de sexos. Luego se negará el sexo (se entiende, se sustituye por el género) y el feminismo se queda sin objeto, ya que no hay varón y mujer, sino caprichos, sentimientos y deseos. La igualdad desemboca en delirio bélico. El varón es el enemigo de la mujer (y viceversa, entiendo), pero ¿quién es mujer? Mientras tanto, se alaba al Islam y se denigra al cristianismo.

La liberación de los pueblos indígenas fue un gran bien (aunque no siempre para todos ellos) y se alcanzó, sobre todo, gracias a las ideas imperantes en Occidente, fundamentalmente cristianas. Woke declara culpable a una de las causas principales de la liberación. La historia es la lucha de clases, la lucha de sexos y la lucha indigenista. Se ve que la vida es lucha. La lucha por la vida. Darwin.

La libertad es un bien, es aquello por lo que don Quijote pensaba que los hombres debían arriesgar sus vidas. Pero la libertad, como todo, puede enloquecer. Enloquece cuando olvidamos la verdad de que la libertad es como un caballo que puede llevarnos a distintos sitios. Estos serán buenos o malos, no el caballo. Pero cuando se hace del caballo, es decir, del arbitrio y de la autonomía, un valor absoluto, se desboca y puede derribarnos, incluso matarnos. «Libertad, ¿para qué?». Pues, naturalmente, para el mal. Y entonces se concede libertad para abortar, esto es, matar, si así lo desea la gestante. Incluso se considera un derecho. O la eutanasia. O la maternidad subrogada o la operación de cambio de sexo decidida por menores sin consentimiento de sus padres. En nuestro tiempo, la libertad es la loca de la casa.

La conservación de la naturaleza es un bien y un imperativo para el hombre. Un valor, por cierto, conservador. En manos woke enloquece y da lugar al ecologismo frenético. El colapso final está ya ahí. La culpa, claro, es de la rapiña occidental. La ideología solo contamina las mentes. Fuera de Occidente, los ríos discurren cristalinos y el aire es impoluto. Recuerdo que en el año 1970 el Club de Roma alertó de la absoluta necesidad del «crecimiento cero». Llegaba el apocalipsis. Parece que viene con retraso. La naturaleza es algo demasiado serio, sagrado, para dejársela a los ecologistas.

Como el derecho es algo bueno, casi sagrado, es preciso subvertirlo bajo la forma del «uso alternativo». Fuera del submundo woke no habría derecho ni justicia. Derecho es lo que conviene a la ideología. El derecho se envilece como paso previo a su extinción.

Es un credo, ateo y opresivo. Quien se atreve a disentir debe estar presto para recibir descalificaciones e insultos. Un breve catálogo: machista, colonialista, explotador, negacionista, homófobo, racista. Y siempre queda el cajón de sastre: fascista.

La barbarie está tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. El lector sabe cuáles son sus principales capitales. Pero la más temible es la interior, la que incluso lleva algún tiempo gobernándonos. Se diría que un viejo Occidente agotado deseara morir, descansar. La ideología woke consiste en el suicidio intelectual y moral de Occidente.

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