El fiscal general pasa a ser un peón más
Lo cierto y verdadero a estas alturas de la partida, tras utilizar a la Fiscalía como un brazo político, es que el epicentro, la responsabilidad de los ilícitos cometidos, puede estar más arriba
El congreso del PSOE, al margen de las barbaridades que dijeron Zapatero y María Jesús Montero, no ha podido empezar peor: desde ayer sabemos que Moncloa, es decir el entorno de Sánchez, filtró a Lobato la carta del novio de Ayuso 37 minutos antes de hacerla pública en un medio afín al socialismo. Les pudo la ansiedad. La cuestión es lo suficientemente grave para que se abordase en ese congreso. No ocurrirá semejante cosa. Pierdan toda esperanza, no hay cultura democrática para ello ni arrestos y carácter para semejante valentía. Ahora bien, ayer se dio un salto cualitativo muy notable. Lo cierto es que el fiscal general, Álvaro García Ortiz, ha dejado de ser el personaje central de esta trama, aunque sigue teniendo una enorme responsabilidad. García Ortiz es ya un peón, hay una o dos figuras más relevantes en esta partida, y están más arriba, a tenor de lo que contó Lobato en el Tribunal Supremo. Es decir, el caso ha dado un salto cualitativo hacia arriba.
Ahora tenemos que saber quién orquestó esta operación cuyo único objetivo era dañar a un rival político, Isabel Díaz Ayuso, con medios del Estado. Es decir, un delito. Es la primera vez en democracia que se instrumentaliza desde el Gobierno a la Fiscalía General para, insisto, perpetrar un crimen. El epicentro de la trama ya no está en García Ortiz, se ha desplazado más arriba. Recuerdan aquello de «¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso».
Juan Lobato ha abierto un nuevo camino en la investigación y, aunque está clara la intervención perniciosa de García Ortiz y su segunda, la del cianuro, las pesquisas nos tienen que llevar más arriba. Salvando todas las distancias, que son muchas, empezando por la vulgaridad de nuestros compatriotas contemporáneos involucrados en el caso, esto se parece mucho al Watergate. Nos encontramos ante un hombre sin escrúpulos, Sánchez, que está dispuesto a lo que sea para llevarse por delante a un rival político que demostró tener más talento y más apoyo popular que él. Me refiero a la presidenta madrileña Díaz Ayuso.
Ya se lo advertimos desde este Astrolabio: no se empeñe en atacar a Ayuso. Cuanto más lo intente, más alzaprima la figura de la dirigente popular. Pero como no hacen caso, habrá que repetirlo mil veces. Lo cierto y verdadero a estas alturas de la partida, tras utilizar a la Fiscalía como un brazo político, es que el epicentro, la responsabilidad de los ilícitos cometidos, puede estar más arriba. La clave reside en saber a quién habrá que acusar ahora.