Lo inhumano y el antihumanismo
El siglo XX conoció negros totalitarismos, siendo lo peculiar no tanto la exhibición de crueldad (Vlad Tepes, el modelo del personaje Drácula, empalaba turcos por millares) cuanto el despliegue técnico, o la tecnología aplicada contra el hombre
¿Qué nos está pasando? ¿Cómo explicar la absoluta indiferencia con que se reciben las atroces imágenes sirias? Similar carnicería fue el último pogromo, el de Hamás, un acto de furia colectiva que convirtió a sonrientes civiles, algunos empleados de sus víctimas, en piara salvaje, ciega y homicida. En una colección de psicópatas coordinados para arrancarle los fetos de su vientre a las embarazadas. Algunas de las escenas de aquel siete de octubre son insoportables. Literalmente. Por eso la mayor parte de los escogidos espectadores a los que se les mostró el material más crudo abandonaron la proyección. Me pregunto si no será cosa del antisemitismo, tan extendido como para guiar la línea editorial de la principal prensa española, como se colige de las crónicas militantes de sus activistas, digo corresponsables.
Me pregunto si no será el antisemitismo lo que les ha congelado el corazón a izquierdistas y derecha mediopensionista. Porque, sin previa deshumanización, no hay modo de seguir como si nada después de ver en pantalla las atrocidades cometidas por los yihadistas sirios contra tres minorías perseguidas (la primera con sus diferentes obediencias): cristianos, drusos y musulmanes alauitas. No, eso no es humano. Hacerlo es demoníaco, y encogerse de hombros como si uno contemplara escenas de ficción, efectos especiales, es señal de una avanzada deshumanización.
Sostengo que el 'wokismo', con sus causas varias, es una forma de antihumanismo que, de llantina en llantina, deriva en inhumano. El siglo XX conoció negros totalitarismos, siendo lo peculiar no tanto la exhibición de crueldad (Vlad Tepes, el modelo del personaje Drácula, empalaba turcos por millares) cuanto el despliegue técnico, o la tecnología aplicada contra el hombre. La siniestra contabilidad de los judíos europeos llevada a cabo por IBM para la Alemania nazi. Los métodos industriales para aumentar la eficiencia en el exterminio. La capa científica de los experimentos con gemelos de Mengele.
Y al otro lado, simétrica, la pretensión científica del marxismo, el envoltorio industrial en su plasmación estalinista, su ateísmo de Estado, la desaparición de los incentivos personales, el hacinamiento, el canibalismo en el Holodomor por cálculos errados y criminales en la logística del grano ucraniano, la arrogante convicción de que la planificación centralizada va a acertar más que el espontáneo juego de la oferta y la demanda, la creencia de que se puede prescindir de la información que aportan los precios. Todo en los totalitarismos responde a los objetivos de ignorar al hombre, dirigir la ciencia contra él y planificar la creación de uno nuevo (un monstruo). Este siglo también tiene sus totalitarismo. Uno arranca vidas infieles a dentelladas con bases religiosas: el islamismo, cuya visión del mundo acompaña al sometido (el creyente musulmán) en todos los aspectos de su vida. Se combina con otro que parecía normal: el totalitarismo blando contra el que avisó, preclaro, el último Solzhenitsyn. Uno capaz de blanquear al genocida en jefe e invitarlo a una captación de fondos ensangrentados. Una pesadilla encarnada en la Comisión Europea de Úrsula, la Satanasa.