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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Primero los nuestros

El comunismo es así, caso de que llegara y se estableciera en el desierto del Sahara acabaría con la arena, ni un granito de arena quedaría

Actualizada 01:30

He pasado toda mi vida pensando en los otros, los de allá y los de acullá; es verdad que me han obligado a hacerlo, lo mismo en Cuba, que ahora aquí en el exilio.

En Cuba nos quitaron buena parte de la cuota de azúcar de la libreta de racionamiento para enviarla a Chile, en 1979, y desde entonces no la vimos más, no la devolvieron. Estoy hablándoles del país del azúcar donde no hay azúcar para los cubanos, más que la barren en el suelo de los pocos centrales azucareros que todavía funcionan, azúcar cagada por las ratas, y que por cierto traen enfermedades como la neuropatía óptica y otras neuropatías; les hablo de una isla donde falta la sal; sí, en una isla rodeada de agua salada no hay sal. El comunismo es así, caso de que llegara y se estableciera en el desierto del Sahara acabaría con la arena, ni un granito de arena quedaría.

Nos quitaron varias cuotas de arroz, de granos, de lo que fuera, para enviarlos a varios países donde nos contaban que, en esos lugares que no sabíamos ni localizar en un mapa, los niños se morían de hambre y enfermedades. Mientras brindábamos de lo nuestro, nuestros niños empezaron a morirse de hambre, a enfermar, a caer como moscas. Pero importaban más los niños de otros que los nuestros. Los MENAS aquellos importaban más que los que parían nuestras madres. Los comunistas son máquinas de fabricar niños hambrientos y enfermos, unos de mentira, otros de verdad, constituyen la justificación perfecta para enriquecerse sin complejos.

De la potencia médica ni hablemos, en el país donde se fabricaban las aspirinas Bayer, sesenta y seis años después no se encuentran en las farmacias desde hace rato ni una píldora para un dolor; donde todo cuesta no ya un dolor, un cúmulo de dolores que dura décadas de ignominia. La prueba más reciente es Damir, y su madre que, si no fuera por esa madre cubana ese niño estuviera del otro lado, no del lado de la vida, por supuesto. Pero su madre tuvo el coraje de enfrentar al sistema que le dio un pronóstico equivocado de la enfermedad, y que puso el sistema fallido socialcomunista por encima de la salud de su hijo, de la vida de un niño. Damir se encuentra en Miami, gracias al dinero del exilio solidario, al que los comunistas llaman «mafia», cuando los auténticos mafiosos son ellos. El exilio reunió la cantidad necesaria, suma astronómica, en horas, para pagarle a esa dictadura el viaje medicalizado del niño al que no supieron y no quisieron salvar los de la potencia ‘miérdica’. Damir se encuentra en Miami con su madre recibiendo atención médica de primera, tuvieron que trasladarlo allí, gravísimo, para poder conocer el verdadero diagnóstico de la enfermedad que lo aqueja.

Los médicos cubanos actuales son matasanos, no debieran ser recibidos en ninguna parte. En una ocasión uno de ellos que residía esclavizado por el régimen en Haití, o sea que ejercía como médico contratado por el régimen, me contó: «A nosotros nos entrenan para operar, si te duele la cabeza es más fácil que te hagamos una trepanación de cráneo que buscarte y recetarte un calmante para el dolor».

Recuerdo que a inicios de los años ochenta hubo un terremoto en Perú, de pronto, desde el régimen Fidel Castro impuso a los cubanos que tuvieran buenas casas y espacios apropiados, que acogieran peruanos en sus hogares, sobre todo niños huérfanos peruanos. A mis vecinos de inmuebles les tocó hacerlo, a mi madre y a mí no, porque vivíamos muy reducido, como se vive en los solares de cuartería. La chorrera de niños peruanos que llegó fue increíble, todos asombrosamente huérfanos, pero en verdad eran niños, se les veía, se les notaba que eran niños, y también niñas, y que provenían de un país hundido en el desastre de un terremoto.

No les haré el recuento de las numerosas veces que nos impusieron ser solidarios desde Cuba con los hijos de otros, hasta con los hijos de los terroristas de ETA, y con los etarras mismos, ya eso lo he contado con anterioridad; creí que una vez en el exilio me había liberado de toda esa bazofia con la que los comunistas te van despojando de todo, sobre todo del amor a tus propios hijos para ocuparte de manera impuesta de «amar» a los hijos de los otros. Pero no. Resulta que en Europa la invasión de MENAS, que a las claras se nota que no son todos niños, y que tampoco son niñas, es otro cuento de la buena pipa que los comunistas nos están metiendo a pulso.

Esos niños tan tarajallúos debieran regresar con sus padres de inmediato, con el amor de esos padres que además reciben ayudas nuestras también allá en esos países donde muy pocos se dedican a sus familias para armar sus revoluciones terroríficas. No señor, no tengo por qué criarle ni alimentarle, ni darle nada de nada a los hijos de otros, que me importa un comino lo que les esté pasando. A mí lo que me importa es lo que nos está sucediendo a nosotros, a nuestros hijos, que una vez graduados con doctorados y formación pagada por sus padres y por ellos mismos se tienen que ir a otros países para buscarse la vida, porque aquí nadie se compadece de ellos, nadie reconoce sus esfuerzos. No, primero los nuestros.

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