De Elián a Damir, el drama de los niños cubanos
A Damir lo asesinaron a sabiendas, destruyeron a otra madre, una vez más culpan ahora al exilio. El exilio intentó salvar a Damir, el niño que ya los castristas habían torturado hasta el final con sus malas prácticas, desde la incompetencia y el odio
Los niños cubanos mueren por montones, algunos hambrientos, enfermos, sin alimentación adecuada, sin atención médica correcta, a otros se les aniquila el espíritu, le coartan el pensamiento desde que aprenden a leer, a leer mal y lo que ellos les ordenan leer. Sí, en Cuba como en cualquier país donde se descuida a la infancia, también los niños son abandonados a la mala entraña de una dictadura que lo único que les enseña es a obedecer con el estómago vacío y sacrificar sus almas.
Si una de las ministras de ese espantoso régimen es capaz de escribir con faltas de ortografías en las redes sociales, imaginen los demás, figúrense cómo será en las aulas donde abundan los maestros analfaburros. Cuba no es potencia en nada, ni en educación, ni en salud, bórrense ese esquema de sus mentes. De hecho, jamás lo ha sido bajo el castrismo. Cuba es un país en las últimas, agonizante, donde los niños son la última carta de la baraja; la Unicef hace bien poco por constatar esta verdad, más bien aceptan la mentira y la divulgan. De vergüenza.
El caso más reciente ha sido el de Damir Soto, mal diagnosticado en un hospital cubano, la salud del niño fue empeorando. La madre, Eliannis Ramírez, una de estas grandes mujeres que todavía quedan en aquella desolada isla, inició un combate en las redes sociales, a través del cual cuestionó a los médicos, enfrentó a la tiranía, y a cuanto poder oficialista se le interpuso por delante. Su denuncia movilizó al exilio de Miami y del mundo. Se dijo que Damir, al que ya en los hospitales cubanos daban por un caso perdido, podía curarse en Miami, le propusieron viajar. Empezó el estira y afloja de los médicos con la Eliannis –casi todos los galenos trabajan para el aparato represivo, lo tienen que hacer para poder ejercer, y debían a todo coste impedir que la madre tomara la decisión de salvar a su hijo.
Cuando después de semanas angustiosas por fin la madre obtuvo el permiso de salida del país con Damir hacia Miami, la Embajada norteamericana en Cuba le negó el visado una primera vez, la segunda vez y decisiva se lo demoró bastante. El exilio consiguió en tiempo récord mucho más de la suma que exigía el régimen para costear la salida de Damir y su madre de Cuba con todo el aparataje médico adecuado. Finalmente, lograron llegar a Miami.
Transcurrieron los días, entonces ya se obtuvo un diagnóstico adecuado y la convicción de que el primer diagnóstico de los médicos castristas estaba absolutamente errado, que el niño había recibido un tratamiento que en lugar de curarlo lo estaba acabando por segundos, que había contraído gérmenes mortales en esos hospitales a los que desde hace años no se les da mantenimiento, ni a las salas de operaciones. Las escaras de su cuerpecito de diez años fueron curadas, parecía que Damir mejoraría, pero hubo otra recaída, de la que los médicos miamenses no pudieron sacarlo.
En lo primero que pensé entonces fue, ahora dirán que lo mató el exilio, y así ha sido en las redes sociales donde los castristas son muy activos; ellos son siempre tan previsibles, que como es habitual enseguida salen en pandilla y culpan de nuevo al exilio, ahora de acabar con la vida de Damir. Mientras su destrozada madre se hundía al pie de la cama de hospital de su hijito muerto, —no, perdón, de su hijo asesinado, pero no por el exilio ni los médicos de Miami, que dieron e hicieron todo por salvarle la vida, no, asesinado por el castrismo— los parásitos comunistas la denigraban y desacreditaban al exilio. A Damir lo mató el castro-comunismo, como ha asesinado a tantos otros, de los que nadie habla, por los que nadie hace nada o bien poco.
Seguramente, los que me leen desde hace tiempo, recordarán el caso del niño Elián, al que su madre, Elizabeth Brotons intentó salvar de aquel régimen, y por el que dio la vida ahogándose en el mar, mientras sostenía en una balsa al niño de cinco años, hasta que unos delfines y dos pescadores lo hallaron flotando en solitario en medio del mar, y rescatándolo lo entregaron a su familia en Miami. El régimen de Fidel Castro hizo todo, comprendida la presión internacional, para que ese niño regresara al infierno. El padre traicionó al hijo y a la madre, los abogados de Bill Clinton entonces presidente traicionaron a Elián, la abuela paterna viajó para ejercer su brujería tocando las partes genitales del niño, Gabriel García Márquez, el Nobel de Literatura, escribió que habría preferido que el niño muriera ahogado antes de ser entregado a esa familia en Miami, una familia humilde, a la que denigraron como no pueden imaginar. Por fin se llevaron a Elián de vuelta, al primero que se lo llevaron como premio fue a Castro, cual trofeo de la magia negra al mago negro. Un horror del que jamás los cubanos de bien podremos recuperarnos. El niño creció bajo la sombra de Castro, al que convirtieron en un padre postizo; le lavaron el cerebro al pequeño, lo obligaron a odiar a su madre, le vaciaron el espíritu, lo robotizaron. En la actualidad es un monstruo más. En pocas palabras, lo mataron como individuo, devino otra cotorra del castrismo, otro muerto en vida.
A Damir lo asesinaron a sabiendas, destruyeron a otra madre, una vez más culpan ahora al exilio. El exilio intentó salvar a Damir, el niño que ya los castristas habían torturado hasta el final con sus malas prácticas, desde la incompetencia y el odio. Mi pensamiento para Damir, para su madre Eliannis Ramírez. Rezo por ella y por Elizabeth Brotons.