¿Qué es ser liberal?

Esta es una pregunta que se hace con mucha asiduidad hasta un extremo que resulta, incluso, grotesco. En este sentido me acuerdo de una anécdota de hace ya unos años, cuando buscaba la posibilidad de que, ante la falta de un partido genuinamente liberal (Ciudadanos aún no se definía como tal) pudiera existir una asociación o club liberal, al estilo del Club Liberal de Antonio Garrigues Walker; pues bien, miro en Internet y lo único que obtenía era sendas páginas de clubes de intercambios de pareja, con connotaciones sexuales y del estilo. Pues bien, dejando la broma aparte (que fue real), lo cierto es que la gente confunde, y en mucho, el verdadero sentido de que alguien pueda definirse, políticamente hablando, como liberal, llegando a la confusión en versiones totalmente incorrectas. Porque ser liberal no es tanto ser de centro o de derechas, que también (un liberal, por definición, nunca jamás podría identificarse con una ideología de izquierdas), sino de defender un estilo de vida pública basada en poner la libertad individual como eje vertebrador de todo proyecto político, por encima de un concepto igualitario que empobrece a la persona y le lleva, en la mayoría de las ocasiones, a la miseria y al clientelismo, propio de los gobiernos socialistas en todos los países donde se practica. Que sea de centro, centroderecha o de derechas en su versión más conservadora, es lo de menos, lo importante es la esencia del liberalismo, que no es otra que poner freno al autoritarismo del socialismo, como bien ha defendido, en España, la política que más representa, hoy en día, al ser liberal, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Porque, en resumidas cuentas, hoy en día, más que nunca, la autenticidad es lo único que realmente importa en la vida pública. Por cierto, Ciudadanos ya no es un partido liberal propiamente dicho sino de «etiqueta liberal», que no es lo mismo. Si fuera liberal, se denominaría así, sin tapujos.