Cartas al director
El bautizador del Jordán
Juan Bautista fue un predicador de ética, moral, caridad, y de la verdad, precursor de Jesús de Nazaret, que estableció su morada a las orillas del rio Jordán en la región de Judea, en Palestina, donde bautizaba a sus seguidores proclamando que él era la voz que clama en el desierto, y el precursor del Mesías. Sufrió su impotencia al no conseguir que sus palabras diesen fruto en aquellos fariseos y saduceos a los que criticaba por sus actitudes inmorales, hipócritas y pecaminosas, esas víboras como él les llamaba, por ir en contra de la verdad y del bien. Fue una víctima, también, del capricho de una joven, adoctrinada por una madre pecadora y adultera, que dejó a su esposo, atraída por el tetrarca Herodes Antipas. Un personaje, inestable, dubitativo, mujeriego, tirano, avasallador, juerguista, bebedor, e impío.
La natividad de Juan se celebra el 24 de junio, fecha coincidente con el solsticio de verano. La noche del 23 al 24, noche más corta del año, se celebra la noche de San Juan. Noche de candelas que destruyen lo malo, y noche mágica de ensueños, ilusiones y fantasías, con el deseo de que lo bueno que se pide y desea, se cumpla y se haga realidad.
El 29 de agosto se celebra la fiesta cristiana de la degollación de San Juan Bautista. Un acontecimiento que se produce en un momento de grandes euforias entre comensales en un banquete que ofrece Herodes. Salomé, la hija de Heredias, le deleita con un baile, y en su ejecución, con sus danzas, y movimientos eróticos y sensuales, seduce a Herodes, el cual, previamente, le ofreció públicamente, como recompensa, que le pidiese un deseo. Al finalizar el baile, Salomé le pide opinión a su madre, y al aceptar su consejo, públicamente, le transmite a Herodes su deseo: ¡Quiero la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja! Éste, perplejo, pasmado y abstraído en su propia duda, y ante la mirada de todos los asistentes, que fueron testigos de la promesa que le hizo a Salomé, no le quedó más remedio que aceptar. Y Juan el Bautista fue degollado, y su cabeza, en una bandeja de plata, fue la muestra evidente de la consecución de un atroz delito de recelo, venganza, traición y odio.