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Cartas al director

¿Vulnerable o pobre?

No diga vulnerable, sino pobre. Vulnerable significa que puede ser herido o recibir lesión física o moral mientras que pobre es aquel que está necesitado, que no tiene lo necesario para vivir. La palabra «pobre» ha sido desterrada y enviada al ostracismo incluso por la Iglesia y las ONG gracias a la corrección política, que nos impone cómo hablar acerca de algo y, por supuesto, qué obviar, ocultar o no decir. ¿Acaso es un deshonor ser pobre? ¿Un pobre se siente mejor si le definen como vulnerable aunque no pueda dar de comer caliente a su prole? La utilización de eufemismos es típico de todos los regímenes políticos y sin ir más lejos, recordemos como en los años sesenta y setenta del pasado siglo se decía que España era un país en vías de desarrollo en lugar de pobre, el pobre era el negrito del África tropical. Reconocer que la pobreza convive entre nosotros, que en nuestro entorno vive gente pobre, no resulta halagüeño a la clase política, ya que destapa sus vergüenzas e incompetencia. La corrección política nos está convirtiendo en una sociedad pacata que nos fuerza a autocensurarnos y arrumbar palabras que definen a la perfección, con contundencia, aquello que deseamos comunicar. No debemos consentir convertirnos en una sociedad tipo Disney. Se cuenta que dos veteranos de la Guerra Civil coincidieron sentados en un banco, a ambos les faltaba un pie; uno se definía como un simple cojo mientras que el otro como un caballero mutilado pero ambos, sí, eran igual de vulnerables, igual de cojos... Digamos pobre, menesteroso, desvalido, y erradiquemos la pobreza en sí, no solo el nombrarla.

Francisco Javier Sáenz Martínez

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