En insulto del progre

la izquierda se empeña en llamar facha y xenófobo a todo el que no está de acuerdo con su pensamiento. Lo dicen como un insulto; será que no tiene otro argumento con los inmigrantes del multiculturismo.

Los liberales demócratas reaccionan por su identidad cultural, que es uno de los sentidos de su patria, sus raíces y su idioma. La desconfianza hacia la inmigración se produce cuando se transforman las tradiciones y la cultura se mezcla con la multicultural. Y es cuando se produce el nerviosismo económico de una parte de la población, la más modesta, la más débil, la que defiende tanto la izquierda «faltona». La que ve cómo sus ingresos se estancan o reducen y se desesperan por el futuro de su familia.

La inmigración en la Unión Europea debería de ser positiva para su crecimiento económico. Pero no lo es, por su falta de control e integración en sus sistemas, sus costumbres, su cultura y sus normas. La aportación a la economía europea se desconoce, pero puede ser inferior a cero. Pero esto al progresismo de boquilla les importa poco, o nada. Ya que esta insoportable izquierda cree que encarnan el bien. Como yo soy el bien porque lo digo yo, todo el que se oponga a mí es un facha.

Pero a los votantes nacionales liberales de cualquier país europeo sí les importa, y mucho, por eso ya están rechazando los dogmas absurdos del socialcomunismo de los pobres. Y también el insulto. Esta izquierda sostiene y pregona en sus discursos políticos, las ayudas contra la pobreza, la solidaridad colectiva con los necesitados. Pero no han conseguido nada. Peor aún, están creando más pobres. Añadiendo reglas a las reglas, leyes a más leyes, asfixiando a la sociedad libre para crear riqueza para todos, anteponen el ocio al trabajo, el despilfarro al ahorro, el Estado a la libre empresa. Y ya para rematar: anteponen los derechos de los animales a «comer» a los derechos humanos de los pobres que no tienen para comer.

Así que me pueden llamar facha todas las veces que les dé la gana.