Cartas al director
Etiquetas
Quienes alcanzan en una sociedad la privilegiada facultad de etiquetar ideas y personas como buenas o malas gozan de un inmenso poder. Si ese poder lo ejercen legítimamente buscando la verdad y sopesando valores positivos y constructivos, contribuirán al avance social. Pero si las etiquetas se imponen desde sesgados criterios de valoración, esa sociedad quedará lastrada por la mentira y la manipulación. Pues una vez que las etiquetas van arraigando en la conciencia social, la inmensa mayoría de la población tenderá automáticamente a la alabanza o a la condena de ideas y personas según el color de la etiqueta impuesta, pero sin reflexionar sobre la bondad o maldad de los actos de los etiquetados.
En las últimas décadas de Occidente, hemos vivido bajo la dominante influencia de la denominada «superioridad moral de la izquierda», pues sólo ésta se ha considerado legitimada para colocar todas las etiquetas valorativas éticas y morales sobre ámbitos políticos, económicos, históricos, sociales, religiosos, etc. Y esto se ha debido en gran parte a la pasividad causada por otro complejo contrario: el de inferioridad de la derecha, que por irresponsable dejadez ha permanecido ausente en demasiadas ocasiones de importantes combates intelectuales, eludiendo asumir que quienes etiquetan, acaban ganando, incluso las guerras que perdieron.