Cartas al director
PRESpectiva... alMóndiga, dotor, otubre y toBalla
Recientemente, el presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden, nos hizo partícipes de uno más de sus muchos lapsus linguae, a saber:
«Más del 50 % de la mujeres de mi Administración, son mujeres»
Es más que posible que ello se debiera a su avanzada edad, y como consecuencia del deterioro cognitivo al que, desafortunadamente, hemos de llegar una amplia mayoría de todos nosotros. Por lo tanto, pocas bromas con esto.
Cosa muy distinta es la marcada propensión de algunos miembros y «miembras» de la clase política de los países occidentales –no confundir con la opaca, silenciosa, y manipuladora casta dirigente– a utilizar una amplia variedad de «palabros» en sus declaraciones, tanto públicas como privadas.
Podría pensarse que ello se debe a una inclinación natural a situarse por encima del «populacho», sentirse importante por «salir en la tele», o bien que el objetivo sea la aplicación práctica de nauseabundos conceptos de «ingeniería social», para fragmentar, todo lo posible, a una sociedad dúctil y fácil de manipular.
Creo que la respuesta es mucho más simple: sencillamente, estamos ante unos ignorantes pagados de sí mismos, que escenifican «estelares» actuaciones parlamentarias dignas de patio de colegio de enseñanza infantil, y que no dudan en hacer el ridículo, cuantas veces sean necesarias, para tener sus particulares momentos de gloria. Lo terrible es que esto no se circunscribe a un país determinado; la tozuda realidad nos aclara que el problema está muy generalizado.
Sirva como ejemplo el título de este artículo; el lector pensará que las palabras almóndiga, dotor, otubre y toballa son incorrectas, incluso a alguno le habrá causado una sonrisa. Sin embargo, aunque consideradas en desuso y/o vulgarismos y, por lo tanto, no recomendado su uso, están incluidas en el diccionario de la RAE (Real Academia Española).
Todo lo contrario sucede con las expresiones PRESpectiva, JuriDISprudencia, y PLESbicito. Aunque difícil de creer, han sido utilizadas, no hace mucho tiempo y sin rubor, por diversos personajes, algunos de alto rango político, y todos de escasa cultura, en diferentes apariciones en medios de comunicación y redes sociales.
Descartado el lapsus linguae, dada la repetición de los citados «palabros» en sus doctos discursos, es más que evidente el rápido y creciente deterioro intelectual y moral de muchos «servidores públicos», ocupadísimos en promocionar su situación personal, poner zancadillas a la oposición, coleccionar «me gustas», promulgar leyes difíciles de asumir, negar la realidad, y hacernos creer a todos que vivimos en una arcadia feliz... a la que solo ellos pueden acceder.
Todas ellas, actividades contrarias a la obligación principal de todo cargo público: trabajar, con dedicación plena, por el interés del contribuyente, razón por la que reciben pingües estipendios, y no para el beneficio del partido de turno.
Es decir, para dejar de ser una «carga pública».