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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Begoña y Pedro, en la prosperidad y en la adversidad

Esta pareja se parece más de lo que creemos. Ambos tienen problemas para encajar su falta de acreditación académica en la realidad, y los dos comparten un mediocre expediente intelectual

Actualizada 01:30

El juez Peinado le ha pedido a Begoña Gómez sus cuentas bancarias. Qué fácil hubiera sido que las mostrase si, como dice su esposo, solo vamos a hallar los datos de una mujer pulcra y profesional como millones de españoles y españolas. En lugar de ir acumulando preguntas sin respuestas, la pareja presidencial podría haber contestado a todos los interrogantes que ahora se hace la justicia. No lo ha hecho porque las contestaciones probablemente hubieran sido autoincriminatorias. Pero en el sainete en que ha convertido la vida pública el marido de Begoña Gómez, mueve más al escarnio que el juez haya pedido al Registro el acta de matrimonio de los Sánchez y si ambos están unidos en gananciales o firmaron capitulaciones. Hay muchos trompeteros de Moncloa que han pedido las sales porque -dicen- ese dato ya consta públicamente dado que el presidente lo aportó al Congreso al hacer su declaración de bienes. Claro. Y el juez Ismael Moreno también sabía que Ábalos era diputado, pero ha de pedir al órgano competente que lo certifique. Es de primero de Derecho.

Pero a mí me sigue produciendo pudor que un magistrado tenga que firmar una providencia para saber en qué régimen está casada la segunda autoridad del Estado. Quizá a Sánchez no le produzca vergüenza –bueno, es seguro que no– pero estarán conmigo en que la degradación moral que vivimos nos hace recibir como algo normal que tengan que ventilarse públicamente datos íntimos del hombre con más poder político de España. Es una avería moral más. Estas cosas ocurren solo cuando no se tiene el más mínimo gramo de decencia y ya lo mismo da Juana que su hermana: Begoña que David Azagra, Álvaro García Ortiz que José Luis Ábalos, Teresa Ribera que Koldo.

Esta pareja se parece más de lo que creemos. Ambos tienen problemas para encajar su falta de acreditación académica en la realidad, y los dos comparten un mediocre expediente intelectual. Si Sánchez consiguió un doctorado gracias a la bochornosa práctica de copiar a otros, Begoña, siguiendo la praxis conyugal, pasó de tener unos indefinidos estudios en Marketing a dirigir un Máster en la Universidad Complutense. Y es que por la mañana Begoña es feminista de pancarta y megáfono, y por la tarde, ejerce sin pestañear el alienante papel –según el catecismo progre– de señora de, al igual que hizo en un viaje oficial a África, donde fue escondida por incurrir en un conflicto de intereses por su labor privada. Los Kennedy de Pozuelo se casaron un año después de tener a su primera hija, Ainhoa. Los unió en 2006 la concejala Trinidad Jiménez -la compañera de asiento de Pedro en el Ayuntamiento de la capital- y desde entonces conformaron una S.L. muy rentable.

También las mentiras son su denominador común. La desposada aseguró en 2015, a las puertas de las elecciones generales a las que se presentaba su marido, que si era elegido presidente ella y su familia se quedarían a vivir en su casa de Pozuelo de Alarcón y no se mudarían al Palacio de la Moncloa. Fue el primero de decenas de «cambios de opinión» de esta pareja. Porque en breve supimos, gracias al inestimable Manual de Resistencia, que la mudanza se realizó ipso facto y lo primero que hicieron fue cambiar el colchón que dejó Mariano Rajoy e instalar el suyo. De ese colchón se levantó la mujer de Sánchez un día de septiembre de 2019 para viajar a San Petersburgo, en el contexto de una reunión de la OMT, donde departió con Víctor de Aldama, que parece que guarda una cantada especial dedicada a la catedrática, y con el consejero delegado de Globalia, su amigo Javier Hidalgo. ¿Qué hacía la mujer del presidente con dos empresarios en busca de negocio, por mucho que fuera la directora del Instituto de Empresa África Center, adonde llegó sin muchas credenciales profesionales, como bien sabe Juan José Güemes? Meses después y cuando la pandemia acechaba, Hidalgo, hijo del dueño de Air Europa, publicitó un acto de la empresa de Begoña. ¿Casualidad? Y, finalmente, la compañía aeronáutica fue rescatada con 500 millones por el Estado español para mitigar los estragos del confinamiento. ¿Más casualidades?

Ahora, gracias al juez Peinado, vamos a conocer cómo los inseparables cónyuges son una unidad en lo universal que prometieron ser fieles en la prosperidad y en la adversidad. En la prosperidad no les ha ido mal. Veremos en la desgracia que están promoviendo.

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