Cartas al director
El contagio francés
La trágica muerte del joven Nahel Merzouk a manos de la policía y la difusión en medios de comunicación de las imágenes grabadas por particulares ha incendiado los barrios populares franceses de 220 municipios. Fue el detonante perfecto para el estallido social ya que, además, las imágenes desmentían la versión policial. Pero no solo ha sido esa la causa que ha encolerizado a las periferias de las grandes ciudades. No es novedad. Francia lleva 30 años con graves conflictos sociales urbanos. Existe un entramado histórico de problemas que es común a otros grandes estallidos sociales, como los de Lyon, Estrasburgo y París Los disturbios actuales constituyen de nuevo un ejemplo de cómo el pacto social está quebrado en la sociedad francesa. Existen causas estructurales vinculadas con la segregación en el empleo, vivienda y educación, que suponen relegar de la prosperidad económica de la nación a los jóvenes de estos barrios más pobres de la periferia. No se ve salida a una situación socioeconómica frustrante. El aspecto identitario hace que la juventud empatice con Nahel. En la violencia hay un hartazgo respecto al racismo institucional y la islamofobia crecientes en la sociedad francesa. El modelo de integración asimilacionista no funciona, y está provocando que los habitantes de la periferia exacerben sus diferencias culturales, que no se sienten franceses. Además, la animadversión que existe entre los residentes de los barrios periféricos y la policía es un sustrato sobre el que continuamente se producen problemas. No se pueden entender los conflictos en Francia, su alcance y la violencia desarrollada, si no es asumiendo el intenso resentimiento entre los habitantes de esos barrios y la policía. Existe un peligro de contagio y en eso tenemos que estar muy pendientes por el riesgo que corremos, también en España.