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Cartas al director

¿Confianza? ¿En quién y para qué?

El Diccionario de la RAE define el término confianza como la esperanza firme que se tiene de una persona, y aclara: dícese de la persona en quien se puede confiar, es decir, esperar con firmeza y seguridad.

En la praxis ascética existe como una regla orientativa que ayuda a vivir la virtud de la perseverancia: confianza en Dios, confianza en los demás y desconfianza en uno mismo. Sí, es algo admirable y realmente eficaz y los santos lo han corroborado de manera clara y contundente, además de generosa y hasta heroica.

Pero la cotidianidad de la vida va mucho más allá de la estricta práctica ascética, ejercitada por una minoría de personas; y otro tanto ocurre con la inquietud por la santidad, por lo que de los tres componentes de la regla enunciada al principio nos quedamos con la confianza en Dios y desconfianza en nosotros mismos. De la tercera, confianza en los demás, habría que matizar porque se producen notorias salvedades en las que hay que ejercitar no la confianza, sino la desconfianza. Es así lamentablemente. En la situación social, económica y, en especial, política existentes no se puede generalizar, sino que, por el contrario, se hace obligado seleccionar en quien confiar y, sobre todo, qué confiar.

Y ello nos lleva de nuevo al Diccionario de la RAE: Confiar, depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa. Sí, efectivamente, es complejo y requiere un conocimiento bastante serio y profundo de las personas en quien confiar la educación de los hijos, el dinero poco o mucho ahorrado si es que lo hay, y, el más importante, los destinos de la nación. No cabe duda de que hay que apelar a la confianza en Dios, que es quien nos ofrece seguridad total.

Juan Antonio Narváez Sánchez

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