Cartas al director
Ser o no ser español
Chirría y dan ganas de reír amargamente cuando alguien, extremeño, castellano o andaluz o de otra región poco sospechosa, dice que a él la bandera y el himno de España «se la sudan». Así nos luce a los españoles el pelo de la dehesa. El problema no es sólo el de los separatistas, el de los que no quieren ser españoles en España; también es un gran problema el de estos españoles a medias, que puede que sean y se sientan españoles, pero odian la bandera y el himno que nos representan a todos. La sociedad española sigue cuestionando su ser de nación construida a lo largo de siglos. Es cierto que la mayoría de españoles nos sentimos como tales, conscientes de la pertenencia a una comunidad coherente, que integrada por la diversidad de sus regiones, se reconoce, sin embargo, con unas características comunes de identidad, asentadas a lo largo de su historia común. El ciudadano de a pie tiene la clara percepción de que la diferencia enriquecedora entre unos españoles y otros ha sido convertida por determinada clase política en un mundo artificial de singularidades, para hacer viables los separatismos decimonónicos. En La gran Sultana, de Cervantes, se lee este diálogo: «–Español sois sin duda. –Y soylo y soylo, lo he sido y lo seré mientras que viva, y aun después de ser muerto ochenta siglos». Mal que les pese a los dinamiteros de nuestra convivencia, la mayoría pensamos y sentimos como el personaje cervantino.