¿Hipocresía o simplemente políticos?

En estos tiempos que corren, el panorama político se ha visto inmerso en las llamadas «crónicas rosas» de todo el país, líos de faldas que afectan al estatus de ciertos personajes de fuerte influencia en el sector más conservador o a los valores del partido en sí mismo. Lo sorprendente de todo esto, es que llevamos una racha donde los escándalos maritales están en el punto de mira de todos (¡Ni que fuéramos ingleses!) sin centrarnos en lo que verdaderamente importa de todo este asunto.

Y aunque pueda horrorizar al lector, mi vida poco va a cambiar si Pedro Sánchez está enamorado o no de su esposa, o si ciertos políticos tienen más de una querida, porque seamos honestos, no nos debería sorprender a estas alturas. Lo que sí que cambia en mi vida es que la parafernalia de todos ellos se lleve a cabo con el dinero del contribuyente, o que, a alguno de ellos, les sirva para tapar delitos de otra índole.

Por no hablar del tiempo entre puerto y puerto, que con tanto que hay que hacer en el panorama político y en la vida de los españoles para mejorarla, me sorprende que tengan (los unos y los otros) tanto tiempo como para encargarse de toda su vida personal con esa dedicación.

Por regla general, los políticos no cumplen con los valores de sus partidos, cuando eso ocurre, el propio partido debería deliberar si es digna esa persona de continuar con el proyecto político. Votamos a unas personas con unos valores, si no quieren cumplirlos, están en su derecho, pero sin beneficiarse del dinero de todos.

La fidelidad no solo hay que llevarla dentro de casa, sino también en el ámbito político, asegurando la integridad y lealtad a los principios que juraron defender y a quienes confiaron en ellos.