Cartas al director
La esperanza en el descarte
Empezó un nuevo curso con la ilusión a flor de piel, con la expectación de conocer a sus nuevos alumnos y compañeros de aventura. Pero pronto llegó ese otoño que sume en la melancolía a las personas vulnerables que sienten cómo se tambalea su proyecto de vida. Entre ese colectivo de personas sensibles se encuentran los docentes de religión de los colegios e institutos públicos de la Comunidad Valenciana.
Y es que ya se cuentan por cientos los maestros de religión católica que, pese a tener un contrato indefinido desde hace años, han visto reducida drásticamente su jornada laboral y la posibilidad de sacar adelante a su familia por culpa de esa disminución proporcional de sus ingresos. Y da igual que dispongan de doble titulación universitaria, un máster en dirección o incluso un doctorado en Educación, pues la normativa vigente les impide realizar cualquier tipo de sustitución o impartir asignaturas compatibles con los títulos que figuran en su currículo que les diera la posibilidad de ampliar su jornada laboral.
Cada vez son menos las familias que deciden matricular a sus hijos en la asignatura de religión. Tanto es así que la matrícula tiende al cero sobre todo en aquellos centros educativos donde su equipo directivo es contrario a la misma y hasta algún tutor se atreve a entrevistarse con las familias que sí matricularon a sus hijos para animarlas a cambiar de opinión. ¿Qué pasaría si un maestro de religión hiciera algo parecido y llamase una por una a todas las familias que no han inscrito a sus hijos en religión para que recapacitaran y cambiaran su decisión primera?
Lástima que no lo podamos averiguar porque ninguno se atreve a ello.
Empezó un nuevo curso con las aulas de religión vacías y las horas repletas de apoyos ficticios que maquillan un poco la jornada laboral de algunos docentes. Algo tendremos que hacer.