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editorial

Los únicos radicales: Sánchez y sus socios

En España no existe la «ultraderecha», pero sí una coalición de partidos agresivos con la Constitución y la convivencia que rodean al Gobierno

Actualizada 08:39

La moción de censura interpuesta por VOX, encabezada por Santiago Abascal y encarnada en Ramón Tamames llevará al Parlamento, más allá de su previsible fracaso a los efectos de relevar a Pedro Sánchez, una contundente representación de los problemas que afectan a los ciudadanos y, a la vez, de la falta de respuestas de un Gobierno dividido y superado por las circunstancias.

Al menos servirá, pues, para retratar sin piedad todos los desastres sobrevenidos desde que Sánchez, precisamente con una moción de censura espuria, accedió por primera vez al poder, negado hasta entonces por las urnas de manera reiterada y contundente.

Pero no es nada previsible que los portavoces del Gobierno intenten responder a la cadena de estropicios sucedidos bajo su gestión, unos sobrevenidos pero otros inducidos por su negligente tendencia a generar problemas que no existían mientras se ignoraban los reales.

Al contrario, Sánchez aprovechará para resucitar, por enésima vez, su «alerta antifascista», el manido comodín que se ha sacado de la manga desde que el PSOE perdiera la Junta de Andalucía tras más de tres décadas de permanencia en una Comunidad que consideraba suya.

Ese mensaje, con el que Sánchez pretende estimular un miedo injustificado como herramienta de movilización de su electorado y para evitar el trasvase de votantes moderados al PP, ha de ser replicado con claridad por VOX y, también, por los propios populares.

Porque aspira a algo que, sea cual sea su competición interna, afecta a ambos partidos: el intento de criminalizar una alianza entre las dos formaciones, que sin duda avalan sus respetivos seguidores por mucha tensión electoral que haya entre sus dirigentes, más táctica que auténtica.

Sánchez pretende, nada menos, negarle a España la posibilidad de una alternancia democrática, por el lamentable procedimiento de ponerle un infame «cordón sanitario» a un partido, VOX, perfectamente legítimo y constitucional, que defiende todas sus ideas acatando los procedimientos establecidos para encauzarlas y respetando las mayorías necesarias para aplicarlas o renunciar a ellas.

Algo que no se puede decir de Sánchez en particular, entregado en cuerpo y alma a una coalición de partidos incompatibles con la Constitución, agresivos con ella y dispuestos al más burdo chantaje al Gobierno para lograr sus objetivos aprovechando su debilidad.

La moción de censura, que puede no ser útil, pero en todo caso es legal y legítima, debe valer al menos para visualizar esa nefasta alianza de intereses al servicio particular de cada parte, muy alejada de las necesidades de España y en la práctica dañina para sus intereses.

Porque Sánchez, que tiene tendencia a simular una moderación falsa cuando se acercan elecciones, es producto de esa asociación y, si tiene posibilidades de continuar en el poder, lo hará con las mismas compañías, todas empeñadas en destruir la democracia conocida y sustituirla por un proyecto fracturado, populista y empobrecedor en todos los órdenes de la vida y la convivencia.

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