No se puede gobernar contra España
Europa debe mediar con urgencia, ante la deriva autocrática de un dirigente nefasto que insulta y considera enemigo a al menos la mitad del país
La espléndida manifestación coral de toda España, por su abrumador despliegue de ciudadanos y su inequívoco civismo, lanza un poderosísimo mensaje a los cuatro vientos que Europa debe atender y Pedro Sánchez entender.
Lo segundo parece imposible, toda vez que su única reacción, a través del PSOE, ha sido denigrar a los manifestantes, incluyéndoles en una especie de respuesta ultraderechista absurda que denota la peligrosa deriva autoritaria del dirigente socialista.
Porque no se puede insultar así a tantos ciudadanos que, de manera pacífica, democrática y valiente, se limitan a protestar por lo que consideran, con toda la razón, un ataque directo a la Constitución encabezado por uno de sus teóricos custodios y justificado, en exclusiva, por su afán de repetir en el cargo a costa de la estabilidad democrática del país al que debe lealtad.
Con ese desprecio, Sánchez ha demostrado que gobernará al menos contra media España, una actitud impropia del cargo e incompatible con la naturaleza democrática exigible a un presidente decente: su apuesta por la confrontación y la división supone cruzar una línea roja definitiva y le coloca fuera del Estado de derecho definitivamente.
Porque no se debe gobernar contra tus propios ciudadanos, pero además no se puede, salvo que la idea sea provocar una tensión sin precedentes que justifique la implantación de un régimen liberticida y justificativo de las espurias alianzas que lo impulsan.
La deshumanización del rival que ha emprendido Sánchez, sea éste un partido tan razonable como el PP o los millones de ciudadanos indignados con sus pactos, es el preludio de una escalada represora de libertades esenciales que, combinada con la supresión de la separación de poderes, coloca al sistema democrático al borde del precipicio.
Y obliga a Europa a actuar, de manera clara y rotunda, en sintonía con todas las instituciones, organismos y entidades españolas que de manera inequívoca han denunciado ya el indecoroso asalto democrático con el que Sánchez pretende blanquear sus propios abusos y concesiones.
La respuesta ciudadana es un formidable acicate para que toda esa resistencia democrática se mantenga y obligue a las instancias europeas a tomar medidas, desde la convicción de que un socio de la Unión no puede estar gobernado por un dirigente que alimenta la fractura territorial, económica, jurídica y social.
Y a los españoles no les queda otra que mantener la impactante estampa de este domingo en las 52 capitales de provincia, repletas de familias enteras manifestándose a favor de la Constitución.
Frente a esa idea de que no vale de nada protestar, ha de prevalecer la evidencia de que ningún Gobierno del mundo resiste la poderosa imagen de sus gobernados dispuestos a defender, sin romper ni una papelera, el sistema del que se dotaron, ahora amenazado por una coalición de negligentes sin otro objetivo que conservar el poder.