El PP no debe dar respiro a Sánchez
Es el presidente quien debe explicarle por qué vincula hasta las pensiones a atender las exigencias del prófugo Puigdemont
Salvo sorpresa de última hora muy inesperada, el PP no auxiliará hoy a Pedro Sánchez en la aprobación de tres decretos distintos que, en principio también, no dispondrán de la mayoría suficiente por el veto de dos socios del Gobierno, Junts y Podemos.
Sin entrar ya en el contenido de los mismos, que es contraproducente en unos casos y mejorable en otros; es una desfachatez que el jefe del Ejecutivo se plantee siquiera esperar que la oposición pague el rescate de un secuestro político al que él mismo, en su infinita ambición, se sometió voluntariamente.
Sánchez no solo ha despreciado la posibilidad de entenderse con el PP, básicamente porque de hacerlo hubiera tenido que aceptar el derecho de Feijóo a ser presidente como vencedor de las elecciones; sino que ha despreciado gravemente al partido y a sus votantes, defendiendo impúdicamente la necesidad de levantar un muro para aislarlos.
Tanto con Casado antes como con Feijóo ahora, el PP sí le ha propuesto al PSOE pactos de Estado de lo más variopinto, pero resumidos en una vocación sistemáticamente pisoteada por el sectarismo de Sánchez: parecerse más a la inmensa mayoría de los españoles, más reconocibles en el diálogo sensato entre los dos partidos que en el sometimiento de uno de ellos a los abusos, exigencias y chantajes de la ínfima minoría separatista.
Por todo ello Sánchez no puede esperar ahora que le salven de un problema derivado de su sometimiento a Puigdemont, Otegi, Junqueras o Yolanda Díaz, cuyo respaldo interesado siempre se explicó, públicamente, como un intercambio espurio de favores obscenos.
Porque impulsar una ley de amnistía, negociar en el extranjero la soberanía nacional, reformar el Código Penal al dictado de los delincuentes, regalar Pamplona a Bildu o privilegiar la financiación de Cataluña sobre el resto de España, entre tantas barbaridades, no son necesidades de España, sino chantajes a Sánchez asumidos con negligencia para conservar su cargo.
Y a esa dinámica extorsionadora obedece ahora la negativa de Junts a aprobar decretos que, entre otras cosas, paralizaría la aprobación de la amnistía si el Tribunal Supremo, por ejemplo, plantea una duda legal ante la Justicia europea.
El IVA de la luz o los alimentos, al igual que la revalorización de las pensiones o el precio del transporte público; no pueden incluirse en el mismo paquete que la impunidad a Puigdemont y el resto de los insurgentes. Y si éstos lo exigen, es Sánchez quien debe explicarle a los españoles por qué no puede aplicar esas medidas sin incluir, a la vez, la satisfacción del «impuesto revolucionario» de sus aliados.
Pretender que el PP maquille la realidad nefanda del Gobierno, la naturaleza de sus acuerdos y la falta de escrúpulos del presidente es una temeridad en la que solo Sánchez es capaz de incurrir.
Con alguien así, que ha hecho de la trampa y el juego sucio su única brújula, no se puede ceder en nada. Porque su estabilidad y supervivencia no servirán nunca para dotarle a España de esos mismos valores; sino para darle más tiempo a malgastar en atender los nuevos peajes de sus captores.