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Editorial

El PSOE se indulta a sí mismo con el borrado infame de los ERE

El uso espurio del Tribunal Constitucional para dejar impune el escándalo es una infamia para la democracia

La anulación de las condenas de Manuel Chaves y José Antonio Griñán por parte del Tribunal Constitucional, dominado por la izquierda y presidido por el extremadamente sectario Conde-Pumpido, borra las consecuencias legales para el PSOE del mayor caso de corrupción de la historia, el de los ERE de Andalucía.

No estamos ante una decisión jurídica controvertida y discutible, sino ante una operación política vergonzosa, perpetrada por el PSOE para perdonarse a sí mismo a través de un Tribunal Constitucional previamente colonizado con adeptos dispuestos a ejecutar la fechoría.

El descaro es tan evidente como la falta de decoro y deontología de los magistrados que han asumido las instrucciones evidentes del Gobierno, todos ellos relacionados íntimamente con el PSOE, en algunos casos durante lustros, y en otros participando incluso en la instrucción judicial previa del caso.

No estamos asistiendo a una impúdica reescritura de un episodio trágico del pasado, en el que se desviaron hasta 680 millones de euros para asentar un sistema clientelar con beneficios electorales espurios, sino a un anticipo del tipo de Justicia que aspira a imponer Sánchez.

Porque mientras transforma un latrocinio mayúsculo en una persecución contra quienes lo perpetraron o consintieron, ultima además un «plan de regeneración» de la democracia para trasladar a la libertad de prensa y a la independencia judicial su deriva caciquil presente con los ERE.

Si a todo ello se le añaden los aprietos, cada vez más notables, que Sánchez sufre por los formidables problemas judiciales de su esposa y de su hermano, o la imputación de todo un fiscal general del Estado por prestarse a perseguir a los adversarios del PSOE, la conclusión no puede ser más inquietante.

Al frente del Gobierno no puede continuar alguien que desprecia la separación de poderes, usurpa y sustituye la labor de los contrapesos democráticos e intenta generar una especie de Justicia de autor adaptada a sus caprichos, urgencias y necesidades.

Por mucho que Sánchez lo intente o consiga, no podrá enterrar la vergüenza sostenida durante diez años en Andalucía a costa de los parados y del presupuesto público. Tampoco podrá conseguir una amnesia colectiva hacia todos y cada uno de los excesos que él, su entorno y su partido cometen ya de manera endémica.

La democracia española está cada vez más enferma y todos sabemos dónde se ha generado el virus que la infecta.